Novena maac-chorrada. Tarde de cine.

Parla più piano de Nino Rota - Roberto Alagna

Cuando uno no tiene más remedio que pasar las vacaciones de Semana Santa en casa no hay muchas cosas que hacer si al asomarte a la ventana ves que hace un tiempo de perros, una de las posibilidades es ponerse a cubierto en una sala de cine. Cuando uno tiene niños y les ha prometido "mañana iremos al cine" las posibilidades de elección son más bien pocas, lentejas... Y eso es lo que nos pasó el sábado, que llovía y teníamos que ir al cine, lo habíamos prometido. Elegir entre "Un hotel para perros", "Monstruos contra alienígenas" y "Una pareja de tres" no parece una tarea fácil. Y no lo es ¿Cuál sería la más soportable? La de alienígenas tenía un título que me repateaba así que quedó descartada porque sí, entre las otras parecía que la del hotelito para perros era más apropiada para un público infantil, le había enseñado el trailer a Aída en Youtube y parece que le había gustado, la suerte estaba echada. Preparamos dos meriendas, que acabarían en las tripas de este señor sobre la una de la madrugada, y nos encaminamos al cine. No había comprado las entradas por anticipado, pensé que Geni me echaría la bronca por no adquirirlas para minusválidos, si había un descuento, por pequeño que fuera, por qué no lo íbamos a disfrutar. Para comprar entradas para minusválidos tienes que hacerlo obligatoriamente en las taquillas del cine, todo un detalle, eso es dar facilidades al colectivo. Tras hacer cola, y llevar todo el papeleo que te exigen -que ni para pedir una beca-, obtuvimos nuestras entradas, veinticuatro euros. - Geni, ¿veinticuatro euros? ¡Pero si en la página de servientrada me costaban 25 euros! Pregunta cúanto es el descuento. - Dice la chica que el descuento es 1 euro. - ¡Un euro! La próxima vez va a hacer cola su padre... Con los billetes en la mano y la cara de gilipollas que se me ha puesto nos dirigimos a la entrada, se me ocurre leer lo que pone en los billetes: "Entrada especial mayores de 65 años". Sabía que las canas me envejecían un poco, pero no creía que tanto. Al pasar por la sección palomitas me viene el recuerdo de cuando tenía veinte años y veía a los padres comprando palomitas a los niños. - Yo nunca haré eso, maldita sociedad de consumo, si se va al cine es para ver la película y no para tomar palomitas. ¿De verdad pensabas eso? ¿No lo habrás soñado? Allí estaba yo frente a las palomitas, dudando entre tamaño pequeño, tamaño mediano y tamaño grande. Quiero el grande porque si nos ponemos los cuatro a deborar palomitas nos duran cinco minutos, pero un paquete para cuatro es incómodo, mejor un paquete para cada dos. Como no me decido miro los precios 3,40, 3,60 y 3,90 respectivamente. Ya les vale. Al final salgo con mis dos paquetes pequeños, 6,80 euros. Cual es mi sorpresa al llegar a la sala y comprobar que el papá de delante ha comprado el cubo de 3,90 y se ha agenciado unas cuantas bolsas vacias de las que había para coger golosinas y está procediendo a hacer el reparto, me mira sonriendo, sé que está pensando que él no se ha dejado tomar el pelo como el pardillo de la fila de atrás , y yo estoy de pie con mis dos paquetes de palomitas, 6,80 euros, más de mil pelas, hasta que una voz me despierta: - Migue, tú llevas las entradas, cuáles son nuestras butacas. Al fin comienza la película ¿Y yo tengo que sorportar este rollo? Miro a mis hijas, la proyección en la pantalla ilumina sus caras, las veo entusiasmadas, felices, y a mí se me pasa todo. Al día siguiente me despierta Aída a las ocho de la mañana. - Cariño... el papá quería dormir más... ¿Y hoy dónde vamos? - Papá, ¡Al cine!