Antes de retomar el argumento de Luisa Miller una pequeña introducción sobre el estado de mi ordenador. He conseguido revivirlo -se apagaba cuando transcurrían unos cuatro minutos encendido- aunque no sé el tiempo que podré mantenerlo, espero que al menos hasta que me traigan el nuevo, si me diera tiempo a trasladar información de uno al otro ya sería la repanocha. Lo he "arreglado" de una manera bastante simple, después de probar distintas soluciones en relación al software utilicé el último recurso posible: UN BUEN GOLPE CON EL PUÑO -no suele tener éxito pero desahoga un montón-, como quiera que no dio resultado pase al plan B: desarmarlo, lo primero que hice fue desmontar el panel lateral que lo cubre a modo de embellecedor, me di cuenta de que aguantaba un poco más sin apagarse, fue entonces cuando se me ha ocurrido una brillante idea: sin la tapa lateral acercarle un ventilador, y ha funcionado, llevo un buen rato y todavía no se ha apagado, eso sí... los pies los tengo helados.
No habíamos dicho que cada uno de los actos de Luisa Miller tiene un título propio: Amor el primero, Intriga el segundo y el tercero, que es del que vamos a hablar ahora se titula Veneno.
Cuando se levanta el telón vemos que Luisa está escribiendo una carta mientras que un grupo de amigas tratan de hacer, inútilmente, que olvide su dolor. La introducción orquestal deriva de la obertura de la ópera, también se deja oír en las flautas la melodía de la cabaletta de los amantes en el primer acto. A esta pequeña introducción orquestal le sigue, como en los dos actos anteriores, el coro de rigor. Algunos han hablado, refiriéndose al momento en el cantan /dialogan Luisa, Laura y el resto de amigas, a "belleza belliniana". No sé si será belliniana, sí que belleza tiene a raudales, la música es delicadísima. Las amigas, no le informan de los preparativos de la boda entre Rodolfo y Federica a pesar de que Luisa observa que algo ocurre en la Iglesia, según la muchacha brilla de una forma especial. Vamos... que se imagina la razón por la que lo hace pero se lo ocultan para protegerla.
Un brusco cambio en lo musical indica que llega Miller. Inmediatamente se retira todo el mundo para dejar a padre e hija solos, él lo sabe todo, se lo ha contado Wurm. Descubre la carta que estaba escribiendo Luisa y la lee en voz alta -vuelve a sonar la obertura de la ópera-, en ella Luisa propone a Rodolfo un doble suicidio.
Se inicia propiamente el dúo, en él Luisa ve la muerte como una liberación. Para explicar sus sentimientos, a pesar de la dramática situación que tenemos delante, Verdi hace cantar a la soprano una melodía alegre plagada de adornos vocales. Al encontrarse con el siguiente: texto "La tumba es... un ángel que abre los cielo donde el amor sonríe eternamente" es casi imposible, si se conoce el desenlace final, no recordar a Tristán e Isolda -obviando el carácter culpable de su amor y sin querer establecer una comparación porque cada obra está en las antípodas de la otra- o en Aida y Radames . Tanta liberación es para Luisa la muerte que al hablar de ella vuelve a ser la Luisa jovial y alegre que conocimos en el primer acto. Por contrario, desde que conoce las intenciones de la hija, Miller está aterrorizado : "Pel suicida non v'ha perdono!". No le queda más remedio que recurrir al chantaje emocional y le recuerda que no tiene a nadie en el mundo que no sea ella, le ruega que siga viviendo por el bien de su padre ya que él soñaba con abandonar la existencia antes que la hija, es la ley natural, triste es para un padre que ocurra lo contrario. La exposición del padre resulta totalmente convincente -no es extraño dada la melodía de la que se vale Verdi, así que doble puya para el espectador: del libretista y del compositor, pero sin alcanzar esos golpes bajos y melodramáticos a los que nos tiene acostumbrados Puccini-, Luisa rompe la carta. Viene entonces una frase clave por lo dramática y por la ruptura que supone en lo musical, a partir de ahí se aceleran los tiempos, se trata de "Il foglio lacero, annullo". Vivirá una nueva vida junto a su padre lejos de la aldea y padre e hija entonan una nueva y bellísima melodía que comienza con las palabras: "Andrem, raminghi e poveri, ove il destin ci porta" (Iremos errantes y pobres donde nos lleve el destino), ahora -al escuchar cómo están cantando padre e hija- por la mente del espectador van rondando alguna escena de Rigoletto. Al terminar el dúo Miller se retira y queda sola Luisa.
Escuchamos a una Montserrat Caballé en plenitud de facultades, era el año 1968 en el Met, la acompaña, como Miller, Sherrill Milnes:
En la segunda parte del último acto lo primero que escuchamos es el sonido del órgano de la iglesia, una alusión evidente a la boda que está a punto de celebrarse entre Rodolfo y Federica. Luisa está sola rezando por última vez en la casa del padre. No escuchamos la plegaria de la joven, ora en silencio. Un hombre cubierto por una capa se detiene en la puerta, es Rodolfo. Echa veneno en una copa y avanza hacia Luisa desafiándola para que confiese su traición. Siempre que escucho este momento me acuerdo del final de Otello, no por la plegaria sino por el diálogo entre los protagonistas. Comprometida con la promesa hecha a Wurm mantiene que ella escribió aquélla famosa carta. Rodolfo bebe de la copa alegando que está sediento, a su vez hace beber a Luisa. Aquél le reprocha su infidelidad, el veneno comienza a hacer efecto así que Rodolfo revela a Luisa que ambos lo han bebido -ya nos extrañaba que este hombre se pudiera cansar con Federica-. Luisa, que ve que la muerte esta próxima, se siente liberada de su juramento y confiesa la verdad, dándose cuenta Rodolfo que acaba de asesinar a la mujer a quien no había dejado nunca de amar. Miller llega en el momento justo para recibir el último adiós de su hija, ésta muere en el momento en que Walter y Wurm entran en la habitación. Empleando la última energía que le queda Rodolfo atraviesa al ayudante de su padre con una espada y después cae muerto junto a Luisa no sin antes decir al padre que mire el castigo que va a sufrir por sus actos.
En este acto encontramos al mejor Verdi experimentando soluciones dramático-musicales que luego veremos en muchas de sus grandes obras posteriores, durante la segunda parte la acción no decae ni un segundo, diferentes ritmos se van alternando, con la aparición de Miller el dúo se convierte en trío, acabado éste los sucesos se desarrollan vertiginosamente resultando un final espectacular y muy teatral en el que, una vez más, la parte más lírica corresponde a la soprano.
Como ilustración de esta segunda parte del acto he elegido una grabación procedente del Met en 1979 con Plácido Domingo, Renata Scotto y Sherrill Milnes bajo la dirección de Levine sobre todo por la Scotto que brilla como pocas en momentos en los que la cantante debe sacar partido a su vena dramática sin dejar de lado el canto, un camino más verista es el que sigue el tenor:
Y terminamos con el acto tercero al completo en la versión de estudio que hemos utilizado durante toda la serie: Bergonzi, Moffo, Macneil y Cleva.
¡Bravo por el artículo! Yo sólo cambiaría el título del tercer acto, después lo comento.
ResponderEliminarEste es sin duda el acto más redondo de los tres, recuerda al mejor Verdi de la trilogía que está por llegar. En otros de los post preparatorios, alguien se preguntaba por qué se compara a Luisa con Violeta; sin llegar a la profundidad en la caracterización de ésta, Luisa Miller es uno de los personajes con mayor carga psicológica que aparecen en la obra de Verdi hasta esa fecha. La otra parada obligatoria es Macbeth. Siendo un poco exagerado, el comienzo de "La tomba è un letto sparso di fiori" me trae a la memoria las "escenas de locura" de otra heroínas, por la entrega de Luisa a la muerte expresada de manera tan inocente a través de un canto lleno de adornos.
El dúo "Andrem, raminghi e poveri" es inevitable que nos recuerde a dúo de Rigoletto-Gilda del cuarto acto, y para mí esta pieza resplandence por encima de cualquier otro momento de la ópera (aunque el final tiene tela también). El amor paternal está aquí elevado a su quitaesencia y en general inunda este acto tercero. Por eso para para mí el tercer acto sería el del amor padre-hija, y no el del veneno.
Rascando un poco más- esta noche es que no tengo sueño, jeje- tanto el tema del veneno como el carácter terrible, amenazante y precipitadamente conclusivo de la música que cierra Luisa Miller me recuerdan al desenlace del Trovador.
Gracias por traer a MacNeil otra vez, su Miller merecería un post dedicado por entero a él.
Para que pesara poco y subiera rápido me pasé con el bitrate en la versión de Cleva, intentaré subirlo para que se oiga mejor.
ResponderEliminarJa ja me ha hecho gracia el relato de la recuperación súbita e in extremis del ordenador a golpe de mamporro...enhorabuena!
ResponderEliminarGolaud, de Schiller a Dumas hay un mundo, aunque los dos estén pasados por el tamiz de Verdi. Parece que tú prefieres la Traviata, o al menos eso he entendido, al final todo es una cuestión de gustos.
Me encanta eso de jugar a las 7 diferencias estableciendo paralelismos inevitables entre obras del mismo autor, me divierte mucho. Creo que podría ser el título de una conferencia " Verdi; un forma de hacer, un material común" ja ja ja.
Por cierto -y ahora en serio- que la conferencia de César Rus será el próximo día 11 en el Salón del Túria, esa cafetería debajo junto al estanque, o como se llame. Me va a ser casi imposible asistir pero si podéis no os la perdáis, creo que merece sin duda la pena.
Golaud, me adhiero a tu opinión; me encanta Macneil. A ver si para celebrar la recuperación informática nos hace un monográfico, qué te parece la idea, estaríamos encantados de que "cantara él" ja ja ja
Que tengais una buena semana, me voy a trabajar!!!!
Assai, como obra prefiero "La Traviata" y como personaje la definición de la psicología de Violeta, la evolución que sufre a lo largo de los tres actos, su ascenso moral que es inverso a su transformación física, dotan a esta heroína de un retrato tan completo como lo es el de Tosca o Madame Butterfly. "La Traviata" es sólo Violeta, Violeta y Violeta, y si no que se lo pregunten a los Alfredos que se suelen quejar de la dificultad de su parte y del poco protagonismo que tienen en comparación con ella. En una ocasión se lo escuché a Di Stefano. Pero en Luisa Miller ya se plantean otros temas que no se reducen simplemente a intrigas cortesanas o amorosas de cartón piedra, y se preocupa por ahondar y perfilar los carácteres de Luisa y de Miller también, pero sin llegar ni muchos menos a las cotas de Violeta, mientras que en obras anteriores y aún posteriores los personajes en general resultan bastante estáticos hasta llegar a la trilogía (ya he dicho que el mundo psicológicos de los personajes es muy poderoso).
ResponderEliminarPor supuesto, sólo hablo de las óperas, no de las fuentes literarias originales.
¡¡MacNeil, MacNeil, Macneil..!! :)
Yo también prefiero La Traviata pero me pregunto qué hubiera hecho Verdi con Luisa Miller si la hubiera afrontado más tarde y con otro libretista. Pregunta que por sí misma es absurda ya que valdría para cualquier otra ópera anterior a La Traviata, jajaja. Tienen varios puntos en común, uno de ellos la evolución de la protagonista, no es que sea la misma en ambos casos, Luisa comienza siendo una cándida jovencita mientras que Violetta de cándida no tiene nada, al principio es más bien frívola, otro punto en común es el carácter de drama burgués o ciudadano, aunque siempre más cercana La Traviata a la época de Verdi, lo de la lucha de clases y la sociedad feudal en extinción ya estaba más que pasado entonces. También, y no sé si ya lo dije anteriormente, veo algún punto en común con Don Carlo, y es por la vía Schiller, me refiero a la semejanza en las relaciones paterno-filiales: Felipe II-Infante Don Carlo por un lado y el conde Walter-Rodrigo por otro. También entre los personajes de Eboli y Federica hay alguna conexión, si bien el de la duquesa no está muy bien perfilado, más por culpa de Cammarano que por la de Verdi o el mismo Schiller. También hay semejanzas con óperas románticas que podríamos denominar pastorales, como La Sonnambula de Bellini o Linda de Chamounix de Donizetti. Y por no hablar de algunos momentos del tercer acto que recuerdan a Macbeth -esto ya lo señaló Goulaud- o al mismo Otello -esto es de mi cosecha-. Podríamos decir que Luisa Miller es una ópera que está en la encrucijada, anticipa muchas cosas y también es deudora de lo anterior. Y ya he desvariado bastante por hoy.
ResponderEliminarAh, se me olvidaba, no pienso escribir nada sobre MacNeil porque para eso está el Sr. Wilson/Gino, que firmó unos estupendos artículos en el foro de Una noche en la ópera:
ResponderEliminarhttp://www.unanocheenlaopera.com/viewtopic.php?t=8890
En el último mensaje quería poner entre paréntesis "ya he dicho que en Macbeth el mundo psicológico de los personajes es muy poderoso".
ResponderEliminarCuando he citado Macbeth en los dos mensajes ha sido para recalcar este aspecto y contraponerlo a otras obras del Verdi más joven. Maac, no me habré explicado bien.