Por una de esas razones que uno no alcanza a comprender, aunque todo parece apuntar a que fue debido un empacho tímbrico, hace años que Regine Crespin se me había atragantado, ha tenido que ser Les Troyens de Berlioz la ópera que me ha llevado a un reencuentro feliz con la célebre soprano marsellesa fallecida hace hoy dos años y siete días. Lo que más me llama la atención de su biografía artística es el hecho de que lo que fue su consagración internacional, la Kundry del Festival de Bayreuth de 1958, se produjo tras una audición de arias cantadas en francés ante Wieland Wagner, y es que Crespin no se las sabía en alemán, tuvo que ponerse la pilas y aprenderlas una vez contratada. Esto pone en evidencia, por si no lo teníamos claro, el olfato artístico del nieto del compositor.
Crespin cantó los dos principales roles femeninos de Les Troyens por lo menos dos veces (Buenos Aires el año 1964 y San Francisco 1966); en ambas ocasiones los cortes fueron importantes, por ejemplo, se suprimió el dúo del primer acto entre Corebo y Casandra, y es una pena si tenemos en cuenta que el Corebo de San Francisco era Jon Vickers.
Escuchamos el lamento de Casandra con sus tristes presagios sobre el destino de su pueblo y de su relación con Corebo en la grabación procedente del Colón de Buenos Aires (1964):
Ya tendremos ocasión más adelante de volver a estos fragmentos servidos en mejores condiciones sonoras por otros intérpretes porque lamentablemente Crespin no tuvo la oportunidad de grabar esta ópera completa en estudio, no es la única porque grabaciones comerciales de Les Troyens, tanto en estudio como procedentes de tomas en directo, se han efectuado muy pocas; sin embargo, Jon Vickers tuvo más suerte, la grabó con Colin Davis a finales de los sesenta.
Crespin cantó los dos principales roles femeninos de Les Troyens por lo menos dos veces (Buenos Aires el año 1964 y San Francisco 1966); en ambas ocasiones los cortes fueron importantes, por ejemplo, se suprimió el dúo del primer acto entre Corebo y Casandra, y es una pena si tenemos en cuenta que el Corebo de San Francisco era Jon Vickers.
Escuchamos el lamento de Casandra con sus tristes presagios sobre el destino de su pueblo y de su relación con Corebo en la grabación procedente del Colón de Buenos Aires (1964):
Regine Crespin caracterizada como Dido
Y ahora nos trasladamos a Cartago, allí encontramos a Dido celebrando la construcción de la ciudad, todo lo que se ha trabajado y lo que todavía resta por hacer. El pueblo está dispuesto a defenderla y defenderse de Iarbas, ya que éste, si no consigue la mano de la reina, está dispuesto a destruir su reino: "Chers Tyriens"
De la grabación de San Francisco, 1966, escuchamos el dúo entre Dido y Eneas "Nuit d'ivresse et d'extase infinie", uno de los momentos más líricos de toda la ópera, dicen que está inspirado en una escena entre Jessica y Lorenzo de El Mercader de Venecia de Shakespeare ("Loenzo: In such a night,/Stood Dido with a willow in her hand/Upon the wild sea-banks, and wav'd her love/To come again to Carthage"). Os advierto que el sonido es infame, peor que el del Colón, pero vale la pena escucharlo aunque sólo sea una vez porque la soprano está acompañada por Jon Vickers:
Ya tendremos ocasión más adelante de volver a estos fragmentos servidos en mejores condiciones sonoras por otros intérpretes porque lamentablemente Crespin no tuvo la oportunidad de grabar esta ópera completa en estudio, no es la única porque grabaciones comerciales de Les Troyens, tanto en estudio como procedentes de tomas en directo, se han efectuado muy pocas; sin embargo, Jon Vickers tuvo más suerte, la grabó con Colin Davis a finales de los sesenta.
Y para finalizar la muerte de Dido, el momento cumbre para la soprano, que Crespin borda como pocas. Para muchos si en el repertorio alemán el personaje más cercano a la artista francesa es Sieglinde su paralelo en la ópera francesa sería Dido. Es precisamente este momento final de asunción de la muerte voluntariamente y de despedida de Cartago el que permite a la intérprete desplegar tanto sus posibilidades canoras como de actriz trágica, la grandeza de su arte, "Ah! Ah! Je vais mourir... Adieu fiere cite...", ahora volvemos al Colón (1964):
Nos tenías abandonados, me alegro de que vuelvas a las andadas. Esa "nuit d'ivresse" con Vickers es para quitarse el sombrero, o el craneo en su defecto.
ResponderEliminarYa era hora maac, pero la larga espera ha valido la pena.
ResponderEliminarGrande la Crespin y como no, Vickers.
Grande la ópera y como no, Berlioz.
Bienvenido Maac. Se te echaba mucho de menos. Yo todavía no me he empachado de Crespin y mucho menos si me la juntas con Vickers en Troyanos.
ResponderEliminarUna gozada.
Gracias, estaba al volver la esquina.
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