Según he leído en el Kobbé cuando se decidió interpretar la segunda parte de la ópera de forma separada, Berlioz compuso un preludio. Para instruir al público de los acontecimientos pasados, Berlioz hizo que estos fueran expuestos por un narrador; la “Marcha Troyana” sucedía a la narración, con el coro que acompaña la introducción del caballo en los muros de Troya. Según él era esencial, puesto que esta marcha troyana juega en la segunda parte de la ópera un papel muy importante, de otra forma el sentido de la misma no se entendería por el público no avisado.
Con el tercer acto comienza la Segunda Parte de Les Troyens y si el espectador no se ha preocupado de saber algo de la ópera puede quedar totalmente desconcertado. De la destrucción de la ciudad de Troya con que acababa el segundo acto hemos pasado al esplendor de un nuevo reino, el de Cartago.
Este tercer acto se inicia en los jardines del palacio de Dido, en Cartago. Al igual que el primer acto con respecto a Troya, lo primero que escuchamos en el segundo es un coro de júbilo, en él se ensalza un día que, después de un terrible tempestad -la que llevará a los troyanos a Cartago-, ha amanecido espléndido en todos los sentidos. También se ensalza la figura de Dido. Pero no hay que engañarse. La diferencia entre las dos partes no están sólo en el cambio de emplazamiento, el ambiente musical de esta segunda parte es diferente porque el drama también lo es, hemos pasado de un drama heroico, la tragedia de un pueblo, a otro, que sin dejar de ser heroico, tiene componentes más subjetivos, la tragedia de dos seres enamorados. Esta diferencia en la acción dramática es fundamental porque permite a Berlioz, en lo musical, desarrollar un mayor lirismo.
Vemos un vídeo del coro de apertura grabado en el Festival de Salzburgo de 2000, con dirección escénica de H. Wernicke y musical de S. Cambreling:
Tras el coro se produce la entrada triunfal de Dido que tiene es su primer momento de lucimiento, un magnífico recitativo nos explica cómo han llegado a la ribera africana y cómo allí han construido un nuevo reino que se encuentra en su máximo esplendor. Le sigue la magnífica aria con coro “Chers Tyriens” que redunda en la misma idea, pero Dido, como buena gobernanta que parece ser, aprovecha para poner las pilas a sus súbditos: Hemos sido grandes en la paz, ahora nos toca ser grandes en la guerra, tenéis que defenderme de Iarbas, pues defendiéndome a mí os defendéis a vosotros mismos. Y es que Iarbas pretende la mano de la reina, si no lo consigue invadirá su territorio. No es extraño que Dido se lleve al pueblo al huerto, es que a mismo, cada vez que la escucho, me entran ganas de arramblar con todo aquel que se interponga en mi camino.
Ahora un vídeo de la producción del Châtelet de Paris 2003, la primera vez que se representaba la ópera íntegra en Francia, Susan Graham interpretaba a Dido (la escucharemos en el recitativo y aria "Nous avons... Chers Tyriens"), John Eliot Gardiner era el director musical y Yannis Kokkos el escénico.
Seguidamente tienen lugar unos “momentos musicales”, es parte del ceremonial de toda celebración palaciega: un desfile en el que se produce la entrada de aquellos que más han hecho por la prosperidad de Cartago: artesanos, marineros y labradores. Su colocación en este momento es muy oportuna porque contribuye a producir la sensación de que Cartago es un reino idílico, pleno de armonía. El Coro final sirve para cerrar este momento de introducción en el reino cartaginés. Finalmente la multitud se aleja y quedan solas en escena Dido y Ana, su hermana. Es el momento de las confidencias.
Dido, en privado, aparece turbada, a pesar de ello dice que ha encontrado la calma y la serenidad –no se lo cree ni ella-. En este punto me gustaría recordar que en el siglo XIX, cuando se estrenó la ópera, las mujeres carecían de toda relevancia política.
Este dúo entre la reina y su hermana es clave. Ana va, casi diabólicamente, indagando en el interior de Dido para saber si ha pensado alguna vez en volver a desposarse, la respuesta de Dido, que es viuda, es contundente, ha creado un blindaje hacia toda pasión, su corazón está cerrado para los hombres. La hermana, que no ha quedado satisfecha, continua atacando y sembrando dudas en el corazón de Dido, según aquélla Cartago necesita un rey. Y entonces mete la gamba al decir más o menos: “que los dioses y mi pueblo me maldigan si alguna vez me quito el anillo de mi esposo”. Al final del dúo comprobamos que tanta dureza en Dido no es más que fachada, en su interior las dudas la atormentan y Ana tiene clarísimo que toda resistencia que ponga su hermana al amor será en vano.
Aparece Iopas con la noticia de que arrastrados por la tormenta ha llegado a las costas un grupo de hombres errantes, Dido se identifica con ellos inmediatamente, también ella pasó por una situación así: “Quien ha conocido el sufrimiento no puede ver sufrir en vano”. En este momento hace aparición la marcha troyana en los metales.
Aparecen Eneas, su hijo Ascanio y el resto de troyanos que suplican asilo a Dido. Ascanio en un momento la pone al corriente de quiénes son y de dónde vienen. Dido da cuenta de su admiración por Eneas y decide acogerlos.
Entra Narbal alarmado, tiene noticias frescas, Iarbas se dispone a atacar y ellos están en minoría.
Se presenta Eneas , está dispuesto a aliarse en defensa de Cartago, Dido acepta y confiesa a su hermana que este hombre le hace tilín. También acepta cuidar de Ascanio mientras Eneas está en la guerra, cuidará de él “como una madre”. Le sigue un gran coro de tirios y troyanos que termina abandonando la escena dejando sólos a Dido y a Ascanio, finalizando el tercer acto.
Y para terminar un vídeo de la misma producción del Châtelet con los acontecimientos que transcurren desde la entrada de los troyanos hasta la presentación de Eneas.
Y el final del acto:
Con el tercer acto comienza la Segunda Parte de Les Troyens y si el espectador no se ha preocupado de saber algo de la ópera puede quedar totalmente desconcertado. De la destrucción de la ciudad de Troya con que acababa el segundo acto hemos pasado al esplendor de un nuevo reino, el de Cartago.
Este tercer acto se inicia en los jardines del palacio de Dido, en Cartago. Al igual que el primer acto con respecto a Troya, lo primero que escuchamos en el segundo es un coro de júbilo, en él se ensalza un día que, después de un terrible tempestad -la que llevará a los troyanos a Cartago-, ha amanecido espléndido en todos los sentidos. También se ensalza la figura de Dido. Pero no hay que engañarse. La diferencia entre las dos partes no están sólo en el cambio de emplazamiento, el ambiente musical de esta segunda parte es diferente porque el drama también lo es, hemos pasado de un drama heroico, la tragedia de un pueblo, a otro, que sin dejar de ser heroico, tiene componentes más subjetivos, la tragedia de dos seres enamorados. Esta diferencia en la acción dramática es fundamental porque permite a Berlioz, en lo musical, desarrollar un mayor lirismo.
Vemos un vídeo del coro de apertura grabado en el Festival de Salzburgo de 2000, con dirección escénica de H. Wernicke y musical de S. Cambreling:
Tras el coro se produce la entrada triunfal de Dido que tiene es su primer momento de lucimiento, un magnífico recitativo nos explica cómo han llegado a la ribera africana y cómo allí han construido un nuevo reino que se encuentra en su máximo esplendor. Le sigue la magnífica aria con coro “Chers Tyriens” que redunda en la misma idea, pero Dido, como buena gobernanta que parece ser, aprovecha para poner las pilas a sus súbditos: Hemos sido grandes en la paz, ahora nos toca ser grandes en la guerra, tenéis que defenderme de Iarbas, pues defendiéndome a mí os defendéis a vosotros mismos. Y es que Iarbas pretende la mano de la reina, si no lo consigue invadirá su territorio. No es extraño que Dido se lleve al pueblo al huerto, es que a mismo, cada vez que la escucho, me entran ganas de arramblar con todo aquel que se interponga en mi camino.
Ahora un vídeo de la producción del Châtelet de Paris 2003, la primera vez que se representaba la ópera íntegra en Francia, Susan Graham interpretaba a Dido (la escucharemos en el recitativo y aria "Nous avons... Chers Tyriens"), John Eliot Gardiner era el director musical y Yannis Kokkos el escénico.
Seguidamente tienen lugar unos “momentos musicales”, es parte del ceremonial de toda celebración palaciega: un desfile en el que se produce la entrada de aquellos que más han hecho por la prosperidad de Cartago: artesanos, marineros y labradores. Su colocación en este momento es muy oportuna porque contribuye a producir la sensación de que Cartago es un reino idílico, pleno de armonía. El Coro final sirve para cerrar este momento de introducción en el reino cartaginés. Finalmente la multitud se aleja y quedan solas en escena Dido y Ana, su hermana. Es el momento de las confidencias.
Dido, en privado, aparece turbada, a pesar de ello dice que ha encontrado la calma y la serenidad –no se lo cree ni ella-. En este punto me gustaría recordar que en el siglo XIX, cuando se estrenó la ópera, las mujeres carecían de toda relevancia política.
Este dúo entre la reina y su hermana es clave. Ana va, casi diabólicamente, indagando en el interior de Dido para saber si ha pensado alguna vez en volver a desposarse, la respuesta de Dido, que es viuda, es contundente, ha creado un blindaje hacia toda pasión, su corazón está cerrado para los hombres. La hermana, que no ha quedado satisfecha, continua atacando y sembrando dudas en el corazón de Dido, según aquélla Cartago necesita un rey. Y entonces mete la gamba al decir más o menos: “que los dioses y mi pueblo me maldigan si alguna vez me quito el anillo de mi esposo”. Al final del dúo comprobamos que tanta dureza en Dido no es más que fachada, en su interior las dudas la atormentan y Ana tiene clarísimo que toda resistencia que ponga su hermana al amor será en vano.
Aparece Iopas con la noticia de que arrastrados por la tormenta ha llegado a las costas un grupo de hombres errantes, Dido se identifica con ellos inmediatamente, también ella pasó por una situación así: “Quien ha conocido el sufrimiento no puede ver sufrir en vano”. En este momento hace aparición la marcha troyana en los metales.
Aparecen Eneas, su hijo Ascanio y el resto de troyanos que suplican asilo a Dido. Ascanio en un momento la pone al corriente de quiénes son y de dónde vienen. Dido da cuenta de su admiración por Eneas y decide acogerlos.
Entra Narbal alarmado, tiene noticias frescas, Iarbas se dispone a atacar y ellos están en minoría.
Se presenta Eneas , está dispuesto a aliarse en defensa de Cartago, Dido acepta y confiesa a su hermana que este hombre le hace tilín. También acepta cuidar de Ascanio mientras Eneas está en la guerra, cuidará de él “como una madre”. Le sigue un gran coro de tirios y troyanos que termina abandonando la escena dejando sólos a Dido y a Ascanio, finalizando el tercer acto.
Y para terminar un vídeo de la misma producción del Châtelet con los acontecimientos que transcurren desde la entrada de los troyanos hasta la presentación de Eneas.
Y el final del acto:
Genial, maac.
ResponderEliminarMe encanta esa producción del Châtelet (divina Antonacci).
Viene muy bien tu introducción a Troyanos, porque me temo que mañana los Fureros nos despisten un poco de por dónde van los tiros de la historia.
Si hubieran tomado más horchata y paella los troyanos, seguro que no lo hubieran pasado tan mal...
Oye, y la de veces que comienza el tercer acto ¿no?
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