Por una de esas extrañas asociaciones, en el coche, mientras volvía de la Butterfly de Les Arts, recordaba la canción de León y Quiroga, y la verdad es que algunos puntos en común con la protagonista de la ópera de Puccini tiene; aunque hay que reconocer que en el carácter difieren bastante y la historia es distinta, para empezar, no hay un hijo de por medio. El caso es que recordé la canción y en esta entrada la he colocado.
Una Butterfly del color. El rojo, sangre y fuego, pero también el color de la alegría, de la energía, un color usado por las novias en los casamientos japoneses; alfa y omega, aparecerá al principio y al final de la ópera. El azul, el color del mar, del cielo, de la primavera.de la esperanza. El blanco, color que también utilizan las novias tanto en oriente como en occidente, el color de lo puro, pero también, en Japón, el de la muerte y de la separación. Y, evidentemente, el negro.
Una Butterfly marina. De puertos por los que transitan grandes embarcaciones y pequeñas barcas de paseo o de pesca. De muelles, en los que coinciden navegantes y lugareños. Una Butterfly del sufrimiento materno en doble vertiente, pues la heroína también es hija, en la que el melodrama desaparece para dejar paso a la más pura tragedia.
Me ha encantado la simbólica propuesta de Marius Trelinski en la dirección escénica, por eso voy a nombrar a todo el equipo: Boris Kudlicka en la escenografía, Magadalena Çteslawska y Pawel Grabarczyk en el vestuario, Tomasz Mierzwa en la iluminación -sin grandes alardes pero muy efectiva- y Emil Wesolowski en la coreografía. Una propuesta que es muy actual sin dejar de lado lo clásico, con un gran trabajo de movimiento de actores, hemos visto que se pueden decir muchas cosas con sólo un gesto bien pensado. Por extraño que parezca, no ha habido salidas de tono y el libreto se ha respetado a la perfección -que se baje o se suba una colina, incluso que no haya colina, carece de importancia-. Ha habido simpáticas e inesperadas muestras de humor en el movimiento del coro durante el primer acto -seguro que habrá, como siempre, algún estreñido al que no le hayan gustado y le parezcan unas salidas de tono-. La propuesta escénica sería lo más sobresaliente de esta Butterfly si no fuera porque teníamos a Lorin Maazel batuta en mano, hay que ver cómo domina esta obra el franco-americano, ningún matiz ha quedado escondido, un auténtico derroche de sonoridades sin caer en lo artificial o empalagoso, claro que ante él estaba una orquesta, la suya, la que ha creado, que parece imposible que pueda sonar mejor, sobre todo la sección de cuerdas.
Una Butterfly marina. De puertos por los que transitan grandes embarcaciones y pequeñas barcas de paseo o de pesca. De muelles, en los que coinciden navegantes y lugareños. Una Butterfly del sufrimiento materno en doble vertiente, pues la heroína también es hija, en la que el melodrama desaparece para dejar paso a la más pura tragedia.
Me ha encantado la simbólica propuesta de Marius Trelinski en la dirección escénica, por eso voy a nombrar a todo el equipo: Boris Kudlicka en la escenografía, Magadalena Çteslawska y Pawel Grabarczyk en el vestuario, Tomasz Mierzwa en la iluminación -sin grandes alardes pero muy efectiva- y Emil Wesolowski en la coreografía. Una propuesta que es muy actual sin dejar de lado lo clásico, con un gran trabajo de movimiento de actores, hemos visto que se pueden decir muchas cosas con sólo un gesto bien pensado. Por extraño que parezca, no ha habido salidas de tono y el libreto se ha respetado a la perfección -que se baje o se suba una colina, incluso que no haya colina, carece de importancia-. Ha habido simpáticas e inesperadas muestras de humor en el movimiento del coro durante el primer acto -seguro que habrá, como siempre, algún estreñido al que no le hayan gustado y le parezcan unas salidas de tono-. La propuesta escénica sería lo más sobresaliente de esta Butterfly si no fuera porque teníamos a Lorin Maazel batuta en mano, hay que ver cómo domina esta obra el franco-americano, ningún matiz ha quedado escondido, un auténtico derroche de sonoridades sin caer en lo artificial o empalagoso, claro que ante él estaba una orquesta, la suya, la que ha creado, que parece imposible que pueda sonar mejor, sobre todo la sección de cuerdas.
En lo vocal, que he dejado expresamente para el final porque, exceptuando el coro, me ha parecido lo más flojo, ha destacado, por decirlo de alguna manera, la Suzuki de Marianna Pizzolato.
El papel de Cio-Cio-San está concebido para una soprano que pueda evolucionar desde los momentos más líricos y etéreos del primer acto hasta los más dramáticos y desgarrados del último, una especie de lírica pura con densidad en el centro que esté especialmente dotada de fiato para aguantar las largas frases puccinianas, que pueda reflejar tanto el carácter vulnerable y juvenil de la joven muchachita japonesa como el de la mujer madura que termina por asumir dramáticamente su destino. Oksana Dyka, que, dentro de la imposibilidad de encontrar sopranos de tales características, me parece que sí tiene el tipo de voz apropiado, ha estado correcta, se ha ido creciendo conforme avanzaba la obra y ha dado lo mejor de sí en la escena final, para mí que se ha reservado, aunque creo que, en el segundo acto, la disposiciòn de la escena, situada a medio camino entre el proscenio y el fondo del escenario, no le ha favorecido, ni a ella ni a nadie, parecía que las voces se perdían en la caja escénica. Se ha metido al público en el bolsillo, ayudada por el espectacular final ideado por Trelinski.
Misha Didyck no me ha gustado, sobre todo por su timbre, carente de morbidezza, con ese sonido metálico tipico de los tenores eslavos, el timbre que puede no chocar en Boris Godunov pero que en Puccini es un auténtica bofetada; una vez te acostumbras a lo ingrato del timbre puedes comprobar tranquilamente que la voz no se proyecta bien. Lo bueno que tiene el tenor en Butterfly, sobre todo en este caso, es que una vez que finaliza el dúo del primer acto no vuelve a aparecer hasta el final y con una intervención bastante simbólica en un esbozo de aria no muy conseguido si pensamos que se trata de Puccini.
Muy convincente el Goro de Emilio Sánchez. Correcto sin Gevorg Hakobyan como Sharpless, un papel que tiene importantes intervenciones pero poca ocasión para el lucimiento.
Hay que destacar como una buena noticia la participación, en roles secundarios, de tres cantantes procedentes de la Escuela de Perfeccionamiento del teatro: la soprano Dolores Lahuerta como Kate Pinkerton, el bajo Abramo Rosalem como Tío Bonzo y el barítono Lluis Martínez como Comisario imperial. Como valoración final decir que he disfrutado mucho con esta producción, con la orquesta de Les Arts, con Maazel y que los cantantes, que no me han entusiasmado, tampoco me han hecho sufrir. Volveré el 22, para la función de mi abono, con gusto.
El papel de Cio-Cio-San está concebido para una soprano que pueda evolucionar desde los momentos más líricos y etéreos del primer acto hasta los más dramáticos y desgarrados del último, una especie de lírica pura con densidad en el centro que esté especialmente dotada de fiato para aguantar las largas frases puccinianas, que pueda reflejar tanto el carácter vulnerable y juvenil de la joven muchachita japonesa como el de la mujer madura que termina por asumir dramáticamente su destino. Oksana Dyka, que, dentro de la imposibilidad de encontrar sopranos de tales características, me parece que sí tiene el tipo de voz apropiado, ha estado correcta, se ha ido creciendo conforme avanzaba la obra y ha dado lo mejor de sí en la escena final, para mí que se ha reservado, aunque creo que, en el segundo acto, la disposiciòn de la escena, situada a medio camino entre el proscenio y el fondo del escenario, no le ha favorecido, ni a ella ni a nadie, parecía que las voces se perdían en la caja escénica. Se ha metido al público en el bolsillo, ayudada por el espectacular final ideado por Trelinski.
Misha Didyck no me ha gustado, sobre todo por su timbre, carente de morbidezza, con ese sonido metálico tipico de los tenores eslavos, el timbre que puede no chocar en Boris Godunov pero que en Puccini es un auténtica bofetada; una vez te acostumbras a lo ingrato del timbre puedes comprobar tranquilamente que la voz no se proyecta bien. Lo bueno que tiene el tenor en Butterfly, sobre todo en este caso, es que una vez que finaliza el dúo del primer acto no vuelve a aparecer hasta el final y con una intervención bastante simbólica en un esbozo de aria no muy conseguido si pensamos que se trata de Puccini.
Muy convincente el Goro de Emilio Sánchez. Correcto sin Gevorg Hakobyan como Sharpless, un papel que tiene importantes intervenciones pero poca ocasión para el lucimiento.
Hay que destacar como una buena noticia la participación, en roles secundarios, de tres cantantes procedentes de la Escuela de Perfeccionamiento del teatro: la soprano Dolores Lahuerta como Kate Pinkerton, el bajo Abramo Rosalem como Tío Bonzo y el barítono Lluis Martínez como Comisario imperial. Como valoración final decir que he disfrutado mucho con esta producción, con la orquesta de Les Arts, con Maazel y que los cantantes, que no me han entusiasmado, tampoco me han hecho sufrir. Volveré el 22, para la función de mi abono, con gusto.
Me alegro que hayas disfrutado, hasta el punto de que no tengas la intención de "revender" tu abono, y repitas (jaja).
ResponderEliminarMe alegra también comprobar que hemos coincidido en algunos aspectos de la Producción.
Saludos
Me alegro de que la puesta en escena sea de tu agrado, ya que en lo vocal pocos atractivos ofrece esta Butterfly, por lo que comentáis los que ya habéis ido. Yo iré el 27, sin muchas ganas, aunque espero salir contento. Ya me ha pasado otras veces. En la anterior Butterfly, sin ir más lejos.
ResponderEliminarAh, no es "él llegó en un barco" sino "él vino en un barco". Puede parecer una tontería, pero es que si no te cargas el chiste de Tip: ¿Tú prefiere el vino en copa o en vaso? Yo en un barco, como en la canción.
Gracias por la puntualización, Titus, estás en todo, jeje, pero se queda así, que llegó en un barco, lo siento por Tip y su chiste. Me has hecho releer la entrada, y me ha venido bien porque me he encontrado con una falta de ortografía que te cagas.
ResponderEliminarYo creo que te gustará. Por cierto, en la fecha de tu abono te toca el cambio de tenor ¿no?
Alfredo, yo no revendo mi abono ni harto de vino, en vaso, barco o copa. Soy como los cerdos, me como lo que me echen.
Maac,
ResponderEliminarEs de agradecer que se hagan puestas en escena como la que comentas, y se ve en las fotos. Parece que esté reñido, que haya una buena escenografia y una buena interpretación, però enfin, no perdemos la esperanza. Un abrazo.
Sí, a mí me toca el otro tenor. Espero que el cambio sea a mejor.
ResponderEliminarLa puesta en escena me parece preciosa. ¿Por cierto, sabemos si la tatuada tiene o tuvo algún hijo? La analogía me ha gustado con vino o con agua.
ResponderEliminarElla lo sabrá o lo sabría.
ResponderEliminarÉl vendría en un barco porque ella, la pobre, vino en cayuco. Dos barquitos atiborrados de japonesas rodando por el escenario . . . no sé, me destrozó el momento "entrada de Butterfly." No porque no sea fiel al texto, sino por lo mal resuelto que está, me pareció bastante ridículo. Comprendo el contraste del efecto colorista del primer acto frente a la amargura y sobriedad del resto pero es que aquellas combinaciones de colorines en el primer acto me hacían daño a los ojos.
ResponderEliminarEn lo demás coincido bastante aunque te he visto benévolo con Misha Didyk, ¡¡como para esperarlo tres años!! a mí me pareció más bien para salir corriendo.
Es verdad que el papel de Sharpless no ofrece grandes espectacularidades ni lucimientos pero a mí la voz de Gevorg Hakobyan me impresionó bastante, tal y como os comenté por otros medios, no sé, el color y el fraseo, me dejaban hipnotizado y sin embargo le aplaudieron "lo normalito" (excepto yo, claro!).
El final de la ópera me capturó completamente.
El 22 nos vemos ;-)
Mañana nos vemos Álvaro y ya te diré por qué no me parece ridículo llegar en barca con toda la comitiva.
ResponderEliminar¿Así que he sido suave con el tenor? ¡Qué malo eres!