Cuenta Varnay en sus memorias que Fritz Reiner , con quien llegó a trabajar el personaje de Salomé, era muy escrupuloso a la hora de respetar la partitura, algo que contrastaba con la flexibilidad de Richard Strauss, para ilustrarlo cuenta una anécdota de lo que ocurrió cuando Hans Hotter falló una nota en un ensayo bajo la dirección del propio compositor, la orquesta paró en seco y el director-compositor le dijo: "lo ha cantado Usted tan convencido que debí errar la nota al componerlo". También cuenta algo muy ilustrativo sobre el carácter de Ljuba Welitsch, de quien fue sustituta en los ensayos hasta que aquélla llegó a Nueva York para interpretar esa Salomé que armaría tanto revuelo. Según Varnay, el teatro había preparado a Welitsch un taxi a la salida del aeropuerto para recogerla y hacer un recorrido por los principales museos, edificios, monumentos y atracciones de la ciudad, cuando llevaban aproximadamente media hora de viaje Welitsch le dijo al taxista: "Joven, créame, he venido a Nueva York sólo por tres cosas: música, dinero y hombres". Simpáticas las anécdotas que cuenta Varnay para iniciar una entrada que promete ser apasionada y carente de imparcialidad.
¿Pero qué hace Brünnhilde vestida de Salomé? Esa es un poco la sensación que tengo cuando escucho la Salome de Astrid Varnay: una mujer con la voz de Brünnhilde o de Isolda, nada de una jovencita con la voz de Isolda.
Al fin parece que comienzo a comprender que la voz de Varnay, para algunos, no es hermosa. Lo comprendo pero en absoluto lo comparto, a mí me parece bellísima: carnosa, sensual, cálida, sólo al afrontar el agudos aparece cierta aridez en el timbre que para muchos no será agradable. Cuando un cantante te estruja el corazón como a mí me lo hace Varnay no hay explicación que valga. Pero siempre podemos intentar buscar la razón, necesitamos hacerlo. Y yo pienso que la razón de la atracción que siento por Varnay está sobre todo en su intensidad dramática, su manera de frasear, su sentido de la musicalidad y de la medida. Y también en el dominio técnico de su instrumento: la forma de regular las intensidades, colorear y perfilar la melodía. Quizás sólo sea una sensación pero cuando escucho a Varnay, incluso en grabaciones en las que ya era bastante mayor, parece como si detrás del personaje que interpretaba hubiera un ser todopoderoso que sabía qué hilos había que mover para sacar el máximo partido posible ¿acaso eso no tiene que ver algo con la perfección? Habrá Salomés de timbres mucho más hermosos y brillantes, de mayor potencia vocal -y la voz de Varnay era potente- pero será difícil encontrarlas con capacidad para mostrar el abanico de matices que exhibía Varnay y de hacerlo con esa misma naturalidad, de una manera tan intensa y expresiva, como el que no quiere la cosa, gustándose. Uno ya lleva cierto camino andado y ya no se conforma sólo con una belleza superficial, quiere rascar y gozar con lo que hay detrás.
Consciente la soprano de que su voz, por color, no era la más adecuada para el personaje o por el hecho de coincidir en Nueva York con el terremoto Welitsch, no se prodigó mucho en Salome -aunque digo yo, para qué cantar Salomé si podía cantar Brünnhildes como nadie-, tan sólo lo intepretó en 13 ocasiones desde 1948, muy pocas si tenemos en cuenta sus 81 Electras, sus 213 Herodias -el personaje que más veces interpretó- o sus 121 Clitemnestras. Quizás a usted no le parecerá bella pero a mí me encanta.
Consciente la soprano de que su voz, por color, no era la más adecuada para el personaje o por el hecho de coincidir en Nueva York con el terremoto Welitsch, no se prodigó mucho en Salome -aunque digo yo, para qué cantar Salomé si podía cantar Brünnhildes como nadie-, tan sólo lo intepretó en 13 ocasiones desde 1948, muy pocas si tenemos en cuenta sus 81 Electras, sus 213 Herodias -el personaje que más veces interpretó- o sus 121 Clitemnestras. Quizás a usted no le parecerá bella pero a mí me encanta.
Maac, estoy disfrutando con esta comparativa de Salomés, porque me da la ocasión de escuchar diferentes forma de interpretarla, de alguna forma de ver el personaje, me gusta muchísimo lo de comparar voces.
ResponderEliminarEl párrafo que empieza "Al fin parece que comienzo a comprender que la voz de Varnay, para algunos, no es hermosa. Lo comprendo pero en absoluto lo comparto..." me parece muy interesante. Has hecho un esfuerzo enorme por racionalizar qué te gusta más de su voz
Sin embargo, para mí, el porqué una voz nos gusta o nos conmueve más, tiene mucho de subjetivo y en algunos casos de inexplicable.
Desde luego que se puede racionalizar hasta un punto y tu lo has hecho estupendamente. Sin embargo, no siempre resulta así. A mi cuando una voz me conmueve es como si me narcotizara, digamos que me eleva a una apreciación de conjunto y sumaria donde no percibo sus pequeños defectos que, como en todo lo humano, son inevitables.
Eso también sucede en la vida, por qué a veces se producen "diálogos fluidos" y otros, sin llegar muy bien a explicarnos el porqué, "los percibimos como una carretera bacheada". Pues eso, supongo que lo mismo, hay voces que son capaces de comunicarnos más y mejor, y eso es tan humano, como diferente nuestra forma de percibir una misma cosa.
Leyendo tu esfuerzo por explicar y racional el porqué te gusta o, a pesar de qué te gusta... empieza "a narcotizarme" escucharla y su tremenda potencia expresiva, la densidad aterciopelada de su voz me obligan a una valoración sumaria y a prescindir del detalle. EXTRAORDINARIA.
Extraordinaria, pero no deja de ser Varnay cantando Salomé y si me descuido parece que estoy en la Inmolación -bueno, es una broma-; lástima el acompañamiento orquestal y siempre que no escuches después a Welitsch, claro. No sé en qué blog -sería Mostly Opera porque estaba escrito en inglés- leí una vez una frase que se me quedó grabada y que venía a decir más o menos lo siguiente: desde que escuché la Salomé de Ljuba Welisch no escucho prácticamente otra, cuando la leí me dije: mira, otro como yo.
ResponderEliminarMaac:
ResponderEliminarComo siempre estás realizando un excelente trabajo. Sólo ocurre que estoy poco capacitada para escuchar dos monólogos finales de Salomé en plan seguido. Abusar de según qué melodías me ha costado disgustos ya que, al parecer, es como si me las gastara...perdona tanta explicación pero quería darte las gracias. Todavia tengo pendiente a Varnay. Inge Bork o nosecomoseescribe me gustó mucho.
Glòria, el final de Salomé es incorruptible, está escrito a prueba de bombas, eso no hay quien lo desgaste.
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ResponderEliminarLa Varnay, lo he dicho multitud de veces y en multitud de sitios, es mi soprano wagneriana preferida y también ocupa un lugar primordial en algunos (pocos) repertorios colaterales, como es el straussiano.
ResponderEliminarMe gusta su Salome porqué me gusta la Varnay, no sé si me explico, pero no es el personaje que me guste más en su voz, ni en su particular manera de emitirla.
Para Salome siempre he preferido la versión Lolita, es decir, voz de lírica, a poder ser aniñada, con capacidad para traspasar la temible orquesta en el orgásmico final.
Mis preferidas son Caballé, la Welitsch, la Studer (grabación con Sinopoli que me seduce a cada escucha), también la Rysanek y la Stemme, aunque esta se acerca más a las dramáticas (sin serlo) que a estas maravillosas Lolitas mencionadas.
Si otro día nos acercamos a la Elektra, la cosa cambia y ahí la Astrid me puede.