martes, 17 de julio de 2012

"Ardo, sospiro e piango". Amores secretos.


Hay amores gritados y amores secretos, el ser amado puede ser objeto de exhibición, un trofeo, (pensemos en las mujeres de nuestros banqueros) o algo que debe permanecer oculto, una perdición, de entre ambas cosas ninguna es deseable, Diana en La Calisto (1651), enamorada del joven pastor Endimione y atormentada por su voto de castidad, se encuentra en la segunda situación y es una excusa perfecta para que Cavalli introduzca un bellísimo lamento de amores inconfesados e inconfesables, un aria que podría sentar muy bien tanto a Norma como a Adalgisa, ellas además tendrían el agravante de que su objeto de deseo es el enemigo. El veneciano como buen compositor de un barroco que en la ópera comienza a desplegar sus alas dejando un poco de lado el estricto recitar cantando en un proceso que se tornará irreversible, consigue conmover nuestros "affetti" y hacer que empaticemos con el personaje. El amor como dolor. Pero no he venido aquí a meterme en un jardín, sino a hablar de una interpretación de un aria. Y ahora es el momento en el que debéis pinchar en play.



A veces cuesta encontrar la interpretación deseada de un aria, bien porque vocalmente el cantante no está al nivel que nos gustaría, bien porque la concepción orquestal no nos parece adecuada. Si escuchamos "Ardo, sospiro e piango", el aria de Diana en La Calisto (*) de Francesco Cavalli, interpretada por Janet Baker, nos parece que nadie puede hacerlo con mayor sensibilidad. Baker encuentra un equilibrio perfecto entre lo que es la expresión y lo que es la musicalidad y técnica de canto. Difícil pensar en una interpretación más intensa y, a la vez, contenida. El aria, que no requiere una voz muy extensa, sólo tiene una dificultad sobresaliente, hay que aguantar el fianto para no ahogarse, cuidar del legato y regular las intensidades imaginativamente para no caer en la monotonía,  lo demás sólo hay que dejarlo en manos de la musicalidad y buen gusto. Lo más fácil, muchas  veces, también se convierte en lo más difícil o, lo que es lo mismo, toda facilidad entraña su pequeña, o gran, trampa; salir airoso entonces, no caer en el exceso de patetismo en el caso de este aria, sólo está al alcance de los más grandes, y no cabe duda de que Baker formaba parte de ellos. Pero encontramos un inconveniente, el sonido y la concepción orquestal son demasiado densos y farragosos, el discurso poco fluido y sutil,  demasiado romántico. Todavía tendremos que esperar algunos años para encontrar interpretaciones no menos profundas pero sí más aligeradas en lo instrumental, más adecuadas también, pero entonces tropezaremos con el inconveniente de la interpretación vocal. La de Sakiko Abe no es que esté mal pero sí a años luz de la  citada. Excelente la agrupación La Venexiana de Claudio Cavina.

Ardo, sospiro e piango
osserva eterna fè
e senza mercé
pur lassa rimango.
Pensando ogn'hor io vò
come fuggir le pene,
e non lo so.



(*) En realidad lo que es el aria más famosa de La Calisto proviene de otra ópera de Cavalli, Artemisia (1657) y es cantada por Artemia.

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