jueves, 14 de febrero de 2013

Un día de los enamorados operístico.

Hoy es el día de los enamorados, como nosotros decidimos en su día, hace ya 23 años, no celebrarlo -y parece que no nos ha ido tan mal-,  pasar de San Valentín es ya toda una tradición familiar. Cuando éramos jóvenes -la rebeldía es signo de juventud, aunque no debería serlo- decidimos que como ya hay tantas falsedades en la vida, no hay que ir añadiendo más. Tengo un amigo, muchos lo conocéis, que dice que hay que aprovechar toda ocasión para celebrar lo que sea y no me parece una idea tan descabellada, tiene razón, la vida, a veces, es tan dura y nos da tantos palos, que no debemos desaprovechar las ocasiones que nos brinda para disfrutar y ser felices. Pero no celebrar el día de los enamorados, en mi caso para no romper la tradición, no significa que uno deje de ser feliz o que no esté contento, porque no necesitamos de celebraciones para tener un ánimo optimista, eso que hoy, y no por nuestra culpa, tan poco se lleva. El amor es, muchas veces, fuente de amargura y sufrimientos, un auténtico vía crucis.

Hoy es el día de los enamorados y he decidido, si no en la vida cotidiana, por lo menos en el blog, celebrarlo, y hacerlo recorriendo  mis parejas preferidas de algunas óperas famosas, voy a intentar no repetir compositor. Muchos no estaréis de acuerdo con la selección, pero es la mía.

Comenzamos con Rossini, de él me quedo con Rosina y Lindoro porque sin ellos Beaumarchais no hubiera podido escribir la historia en la que se basó Mozart para componer Las bodas de Figaro. ¡Ay! ¡Cómo son estos enamorados! Pasa el tiempo, están a punto de ser sorprendidos y ni se inmutan:



De Verdi me quedo con Radamés y Aída por superponer el amor carnal al patriótico. ¡Esos amores imposibles que sólo encuentran su posibilidad de realización en la muerte!:



De Wagner he estado tentado de elegir a Senta y el Holandés, pero al final me he decantado por la pareja formada por Sieglinde y Siegmund, uno de los amores más puros e incondicionales que, en la ópera, se han conocido, muy por encima de la pareja que debe estar en la mente de muchos de vosotros. Sería el amor ideal: unidad, pasión y sexo fuera de convenciones sociales. Hay parejas de cantantes que pueden conseguir que del escenario salten chispas hacia el patio de butacas, hay que estar prevenido.



De Puccini no me quedo con ninguna pareja sino con el amor no correspondido de Liù. Puccini, aunque sea por una vez, pensó en las sopranos poco agraciadas, este personaje no tiene por qué ser físicamente atractivo, aunque se agradece que la soprano tenga un aire inocente. Bueno, bromás a parte, la muerte de Liù es una de las grandes muertes de amor de la historia de la ópera, el verdadero elemento catalizador del sustancial cambio que va a sufrir la princesa Turandot:



De Mozart me quedo con esa simpática pareja poco dada a la trascendencia y a elucubraciones metafísicas, la sencillez de Papageno y Papagena:



De Richard Strauss me quedo con el amor entendido como renuncia voluntaria, el de la Mariscala -no hay más remedio cuando las carnes se descuelgan-, pero como ya me he escapado de las parejas con Puccini, elijo la pasión y el éxtasis de los primeros coletazos del enamoramiento, bien es verdad que frecuentemente el tiempo demuestra que los seres a los que afecta suelen estar equivocados, pero no por ello deja de ser hermoso mientras dura:



De Massenet el amor de Des Grieux y Manon, esa fuerza brutal que nos empuja llevándose por delante la razón y todo lo que encuentra a su paso, además un momento que también es, musicalmente, arrollador:



Esta entrada podría ser interminable -el amor es la vida y la ópera es vida- pero ya está bien por hoy; además, hay que dejar algo para el año que viene.

7 comentarios:

  1. Hombre, eso de que el amor físico entre dos hermanos sea el amor ideal y más puro... pues como que es raro. Pero desde luego llevas razón en que está fuera de las convenciones sociales.

    A mi siempre me ha impactado el amor de Orfeo bajando a los infiernos a por Eurídice en cualquiera de sus adaptaciones. Y últimamente me parece interesantísimo el de Athanael por Thaïs, que le lleva a negarse a sí mismo por ella. También si me apuras estaría el de Micaela, un personaje que muchos consideran tontorrón y que sin embargo se adentra sola a buscar a su amor en un refugio de bandoleros para sacarle de allí y llevarle por el buen camino. Me recuerda a Liù.

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    1. No es más raro que vivir entre gigantes que construyen castillos, dioses que se denominan espíritus de la luz, enanos, hijos de la niebla, que viven en las profundidades de la tierra, escurridizas ondinas que custodian tesoros, yelmos que dan invisibilidad al que los porta, jóvenes que entienden el lenguaje de los pájaros...
      Lo que hace Orfeo es muy hermoso y lo Athanael muy interesante, todo se le desmorona ante la atracción sexual, en lo de Micaela no estoy muy de acuerdo, Liù es una servidora y deja en paz a Calaf, la otra es una sombra que le persigue oculta bajo la de otra persona.

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  2. !Feliz día de San Valentín! El Amor siempre es hermoso, sea de pareja, fraternal o a la vida, También yo me quedo con el último acto de Aída, un final del amor sublime y también con el final de Andrea Chenier,, aunque eto solo ocurre en las novelas

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    1. Gracias. No creas, a veces la vida va más allá de las novelas, de vez en cuando se leen noticias sorprendentes.

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    2. la verdad es que a veces la realidad uñera a la ficcion

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  3. magníficas, ya sabes con cuál me quedo ;) me encanta esa pareja, y las cejas de la Meier.

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    1. Pues a mí me cuesta bastante aunque ese que dices tiene muchos puntos.

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