La English National Opera ha querido conmemorar el cincuentenario de la muerte del compositor británico Ralph Vaughan Williams (1872-1958) con su ópera 'Riders to the Sea', una meditación sobre el mar y la muerte basada en la obra de teatro homónima del famoso dramaturgo irlandés J.M. Synge. A ver si podemos hacernos con una copia del evento.
La muerte, el pasado lunes, de Richard Hickox, que debería haberse encargado de la dirección musical, convirtió la velada del estreno de esta nueva producción en un doble homenaje.
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Os dejo a Bryn Terfel interpretando una de las canciones sobre las Islas Británicas de Vaughan Williams, "Loch Lomond", en los pasados Proms:
Y a Karita Matila cantando Luonnotar, una pieza de Sibelius que abre la ópera de Vaughan Williams:
Copio un fragmento que he encontrado en una página que habla de las leyendas de Finlandia:
Luonnotar, virgen e hija del aire, se lanzó al mar y allí quedó henchida por el viento durante siete siglos y nadando sin cesar por todos los mares, hasta que pidió a Ukko. dios supremo, que la ayudase a parir tras aquel interminable embarazo del aire. Un pájaro, una magnífica águila del cielo, vino a posarse sobre sus piernas y en ellas puso su nido y seis huevos de oro y otro más de hierro, empollándolos durante tres días, hasta que Luonnotar sintió el calor abrasador de los siete huevos y vendió sus piernas en el agua, para refrescarlas; entonces los huevos cayeron al mar y de ellos brotó la Tierra, con su cielo, su Luna y su Sol, pero la virgen seguiría en el agua, durante otros diez años más, hasta que Luonnotar decidió crear vida en esa Tierra y dar forma a los continentes y a las islas; pero todavía esperó otros treinta años más, hasta que por fin parió al ya viejo y gigantesco Väinaämöinen, quien cayó al mar y en él siguió, como su madre, nadando, hasta que después de ocho años, tocó la tierra firme y pudo contemplar ensimismado aquella primera isla, aquel mundo maravilloso que su madre había creado y que ahora le rodeaba con todo su esplendor. Solo estaba Väinämöinen, hasta que el dios Sampsa vino a enseñarle como cultivar el suelo con sus semillas, aunque a Väinämöinen no le pareció demasiado perfecto lo que creció en su isla. Así que cuatro vírgenes salidas del mar cortaron la hierba y quemáronla hasta que de la verde vegetación sólo quedó ceniza. Y una encina comenzó a crecer, imbatible, apoderándose de la tierra y del aire. Así que Väinämöinen pidió a su madre que le ayudara a tumbar aquel árbol, y apareció un diminuto ser que luego creció y creció también, como la encina. Con una hoja de hierba formó un hacha y con ella derribó de tres golpes la encina. Había probado cual era la fuerza y el poder de la magia; había dejado también espacio para que la vegetación recibiera la luz del sol y todas las plantas medrasen.Väinämöinen se hizo él mismo un hacha y tumbó todos los árboles que habían crecido, todos menos el abedul, sobre el cual se posaron los pájaros del cielo.
Qué daría yo por ver un día una ópera de Vaughan Williams.
ResponderEliminarPero por aquí se han quedado con la deuda pendiente de Britten y parece que con eso saldamos la deuda pendiente.
La verdad es que entre otras cosas, falta tiempo para ver la temporada operística que me gustaría.
A ver si pronto tenemos los enlaces de esa representación.
Al menos vosotros tenéis Britten...
ResponderEliminarsi, si, si, pero quiero más de todo.
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