Esta tarde-noche hemos asistido en el Palau de la Música de Valencia a uno de esos conciertos que te dejan una huella imborrable. La orquesta y coros del Teatro Mariinski bajo la dirección de Valery Gergiev interpretaban, en versión concierto, la ópera, de Rimski-Korsakov, La leyenda de la ciudad invisible de Kitezh. Extraordinaria orquesta, extraordinario coro y reparto muy homogéneo, con cantantes habituales del citado teatro, en el que ha destacado, en el agotador papel de Fevronia, la soprano Olga Sergeeva. Automáticamente esta ópera pasa a engrosar la lista de aquéllas que me gustaría ver representada alguna vez en la vida. He salido impactado. La ópera ha transcurrido en un suspiro.
Desde que he salido del concierto no he parado de darle vueltas a la cabeza: Cómo es posible que esta obra no esté más afianzada en el repertorio y que, fuera de Rusia, sea una absoluta desconocida para el aficionado medio. Por la historia de esa ciudad que, gracias a la fe de un pueblo, desaparece para resurgir en un mundo ideal; por el perfil psicológico de algunos de sus personajes, pero sobre todo de Grichka Kutierma, que en un primer momento puede identificarse con el mal pero que está alejado de todo maniqueísmo, ya que su comportamiento es fruto de la propia necesidad de subsistir o de la coacción antes que de la más pura maldad; por el brillante tratamiento del coro, que se muestra como si fuera un personaje más, expresando el sentir de los ciudadanos, recordándonos en muchos aspectos a Boris Godunov; por su extraordinaria orquestación, de embriagador cromatismo, en la que unas veces brilla el exotismo oriental y otras el misticismo, así como por sus referencias a los ritmos tradicionales, tanto populares como religiosos, sin olvidar tampoco la magnífica descripción de ambientes como el de Kitezh la Menor en el inicio del segundo acto, con sus mercaderes, comerciantes, mendigos, músicos... Por todo lo dicho esta ópera tendría que tener mucha más fama de la que tiene, que es nula. Sin ir más lejos, en el Kobbé, que resume el libreto de unas cuatrocientas óperas, no aparece.
La leyenda de la ciudad invisible de Kitezh y la joven Fevronia, es la penúltima de las 15 óperas que compuso de Nicolai Rimski-Korsakov (1844-1908) y la última que el compositor vió estrenada. Basada en dos antiguas leyendas rusas: la de la ciudad invisible y la de la Santa Fevronia, con libreto de Vladimir Belsky, se estrenó en el Teatro Mariinski de San Petersburgo el 20 de febrero de 1907. La acción se sitúa en la legendaria ciudad rusa de Kitezh, situada frente al lago Svetloiar, en el siglo XIII, durante las invasiones tártaras. Fevronia, una joven que vive en el bosque en comunión con la naturaleza aislada de todo contacto humano acude en ayuda de Vsevolod, hijo del gran duque de Kitezh, herido por un oso durante una cacería en el bosque, el muchacho queda prendado de la sabiduría y pureza de la joven, sin revelar su auténtica identidad decide esposarla, ya que ella también cae rendida ante él. Poco después de que la pareja haya llegado a Kitezh la Menor para celebrar las esponsales, la ciudad sufre el acoso de las tropas bárbaras y Fevronia es apresada junto al vagabundo Kutierma. Éste es obligado a guiar a los invasores hasta Kitezh la Grande. El ejército de Kitezh, encabezado por Vsevolod, se enfrenta a los enemigos pero son derrotados y muertos. Una niebla muy espesa se levantará y la ciudad se hará invisible a los enemigos ocultándose en las aguas del lago mientras que sus campanas no dejan de sonar. Los tártaros, presas del pánico, huirán. Fevronia, perdida en el bosque, será guiada por la imagen de Vsevolod hasta la nueva Kitezh, situada en otro mundo, seguramente el paraíso: "Aquí no hay lágrimas ni dolor sino dulzura y dicha, dicha eterna". Estas son las palabras con las que, cantadas por el coro, termina la ópera.
En el tercer acto tienen lugar las oraciones para que desaparezca la ciudad de la superficie de la tierra, las referencias a la música litúrgica son evidentes:
Los hay que dicen que esta ópera es el Parsifal ruso, me gustaría que escucharais este fragmento del cuarto acto, en el que encuentro muchas similitudes con el segundo acto de Parsifal:
Los animadores Ivanov-Vano y Yuri Norstein realizaron en 1971 una película en dos dimensiones, La Batalla de Kerzhenets -título del interludio entre los dos cuadros del acto tercero-, basada en la ópera de Rimsky-Korsakov, he encontrado un vídeo en Youtube:
Coincido contigo Maac; lo que escuchamos ayer fue realmente excepcional, qué dificil es que se dé la excelencia en esto de la ópera, por eso ayer será uno de esos tantos días inolvidables que he vivido en el Palau de la Música.
ResponderEliminarNunca entenderé por qué algunos tienen tanta repugnancia a la ópera en concierto, he vivido tantas óperas en concierto espectaculares en el Palau durante estos veinte últimos años, que tengo que discrepar; ojalá se hagan muchas más de la talla de la que escuchamos ayer.
Desde luego que es diferente una ópera escenificada pero y seguramente es otra de mis rarezas,qué le voy a hacer; Para mi la música por si sóla -si está bien interpretada-es capaz de situarme en el espacio, más aún de crearlo, sobre todo cuando es tan descriptiva y tan bella cómo la de ayer; pasee por mercados, sentí frio, me cubrí de niebla, cabalgué con los tártaros...
Esto no quita para que piense que esta obra representada "con sensatez" debe de ser el no va más.
La ópera esta llena de momentos de gran intensidad; cuando las campanas empiezan a tañer y la ciudad se empieza a cubrir progresivamente de un humo de incienso, que es un manto luminoso para los habitantes de kitezh y a la vez una espesa niebla para los tártaros esta tan bien tratado músicalmente que es imposible no sentirte en vuelto en esa atmósfera. El final de este cuadro con el coro cantando sotto voce "La niebla se espesa...A través de esos sonidos el Senor nos llama desde lo alto" es absolutamente conmovedor
Respecto a las influencias, pues estoy de acuerdo en que se pueden establecer similitudes con Parsifal y también Sigfrido, pero lo que no cabe duda es que esta obra tiene una personalidad propia y bien definida.
La dirección de Gergiev me pareció exquisita igual que el elenco de cantantes y ese espectacular coro que se adaptaba magistralmente a todos los requerimientos de la obra. Cuántas cosas se pueden decir de una obra que tiene en el pequeño papel de domador de osos a un tenor de la talla de Eugeni Akimov y en el de bardo a Eugeni Nikitin pues en fin...de reclinatori con rosario completo y letanias!!!
Escuché selecciones orquestadas de esta ópera por los años 70 y desde la primera vez que la conocí jamás la he podido olvidar. La música es bella y también sublime. Últimamente he logrado escuchar arias de la opera y otros fragmentos orquestados y estoy convencido de que se trata de una extraordinaria ópera y que extraña que sea tan poco conocida. Pero estoy seguro que esta situación cambiará con los avances tecnológicos y con la difusión de las comunicaciones. Rimsky Korsakov:la música de esta ópera eleva la dignidad del Homo sapiens.
ResponderEliminarRVG. Lima-Perú
Estoy totalmente de acuerdo contigo, RVG.
ResponderEliminarholaaaa, donde podria bajar la 2nd cancion que has puesto (digo: la fragm. acto 4 kitezh) pero que no sea con Itune. Gracias!
ResponderEliminarEscríbeme a maac.opera@hotmail.es y veremos qué se puede hacer.
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