"Jor ha ascoltata, o Dhia, la tua preghiera! Tu vuoi morir? Morir io ti farò, ma ti farò morir dal sol baciata, ed al paese eterno ti trarrò..."
Con la anterior introducción orquestal comienza el tercer acto de Iris. Es de noche, un grupo de traperos busca en las cloacas pequeños tesoros y canta alabanzas a la luna, de pronto les sorprende un resplandor, se trata de los lujosos ropajes que llevaba Iris, entre ellos está la joven, intentan arrebatarle todos los objetos de valor que porta pero Iris hace un ligero movimiento y salen huyendo despavoridos. Semi-inconsciente, tiene una alucinación a la que acuden aquellos que no han sabido amarla: escucha las voces de Osaka, que manifiesta su debilidad, Kyoto que dice servir al Placer y del Ciego, que en su egoísmo lamenta que no tendrá a nadie que le cuide y se ocupe de él. Iris se pregunta por el por qué de su desgracia.
Comienza a amanecer, Iris mira profundamente al cielo, que cada vez se ilumina más, cuando el Sol la acaricia es como si recobrara la vida, se pone en pie, alza los brazos al cielo y saluda al Sol, todo se ilumina. Se entrega al Sol y muere volviéndose brillante como un rayo. Centenares de flores la rodean y la elevan conduciéndola hacia el Sol. De nuevo escuchamos el Himno al Sol con el que comenzaba la ópera.
Y con esto terminamos la serie de entradas dedicadas a Iris, una ópera que merece ser más conocida, a pesar de sus carencias dramáticas y de que los personajes no acaben de estar bien delineados psicológicamente, por la riqueza de su música, su colorido.
Y con esto terminamos la serie de entradas dedicadas a Iris, una ópera que merece ser más conocida, a pesar de sus carencias dramáticas y de que los personajes no acaben de estar bien delineados psicológicamente, por la riqueza de su música, su colorido.
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