"O don fatale"
La princesa de Éboli está enamorada del infante Don Carlos y le ha citado en los jardines de la reina, éste acude a la cita pero la confunde con la reina Isabel, de la que esta enamorado, ambos, al abrazarse se dan cuenta del error: Don Carlos de que no es la reina y Éboli de que éste en realidad a quien ama es a Isabel. La princesa, despechada, decide vengarse acusando a Isabel de infidelidad ante el rey Felipe. La acusación es falsa y al final la verdad ve la luz. Es entonces cuando la princesa de Éboli se da cuenta de el daño que ha hecho, confiesa a la reina que fue ella quien la acusó y que, además, la falta por la que acusó a la reina había sido cometida por ella misma: Éboli había sido la amante del rey. Isabel le ofrece dos salidas: o el destierro o el convento y abandona la escena.
Éboli queda sola y entonces canta una de las arias más celebres de toda la obra verdiana: "O don fatale". Comienza con una explosión en la que la princesa maldice su belleza y pasa por diversas situaciones, desde la aversión de si misma hasta el deseo de redimirse salvando al infante, pasando por un sentimiento de ternura hacia la que había sido su víctima.
Shriley Verret - "O don fatale" (Eboli) de Don Carlo de Verdi
Scena Sesta
(Eboli sola)
EBOLI
O don fatale, o don crudel
Che in suo furor mi fece il cielo!
Tu che ci fui si vane, altere,
Ti maledico, o mia beltà.
Versar, versar sol posso
il pianto,
Speme non ho, soffrir dovrò;
il mio delitto è orribil tanto
Che cancellar mai non potrò!
O mia regina! Io t'immolai
Al folle error di questo cor.
Solo in chiostro al mondo ormai
Dovrò celar il mio dolor!
O ciel! E Carlo! a morte domani
andar vedrò!
Ah! un di mi resta la speme m'arride.
Sia benedetto il ciel! io salverò!
(Esce precipitosa)
Escena Sexta
(Éboli a solas.)
ÉBOLI
¡Oh, don fatal, oh, don cruel,
que en su furor, me hizo el cielo!
Tú que nos haces tan frívolas, tan altivas,
te maldigo, ¡oh, belleza mía!
Verter, verter el llanto mío;
es lo único que puedo hacer.
Esperanza no me queda; sólo sufrir.
Mi delito es tan horrible
que no podré nunca expiarlo...
¡Oh, mi Reina! Yo te sacrifiqué
al loco error de este corazón.
¡Sólo en el claustro podré al mundo
ocultar mi dolor!
¡Oh, cielos! ¿Y Carlos?
¡A la muerte, mañana lo veré caminar!
¡Ah! Me queda un día; la esperanza me sonríe,
¡Bendito sea el cielo! ¡Lo salvaré!
Hombre si La Traviata, Un ballo in maschera o La Forza del Destino no se consideran obras maestras, pues entonces Don Calo es efectivamente la primera obra maestra de Verdi.
ResponderEliminarTienes razón, lo de primera obra maestra es excesivo, pero tan redondas como Don Carlos no son. Las gitanillas y matadores de la Traviata, el acto I de Un ballo, Las intervenciones de Preziosilla en La Forza, incluso en Aida, el Gloria all'Egitto y demás marchas y danzas subsiguientes, desdibujan el concepto que yo tengo de obra maestra, y son todas grandísimas óperas.
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