miércoles, 28 de octubre de 2009

Cinco momentos de "Les Troyens" - 3) Este caballito tiene mala pinta - Acto I

El primer acto comienza en una llanura cercana a Troya, vemos el campamento que los griegos han abandonado, a la derecha se ve la ciudadela de la ciudad de Troya y a la izquierda un túmulo funerario que es la tumba de Aquiles, al fondo el monte Ida y al frente un altar de campamento y un trono. Ya sabemos que lo de Padrissa no tendrá mucho que ver con todo esto, pero ahí queda.



El pueblo troyano sale impetuosamente a la llanura, tras diez años de asedio por fin pueden disfrutar de la naturaleza. Así comienza la ópera, sin preludio ni obertura, con un alegre coro muy oportuno porque nos pone inmediatamente en situación, Aquiles ha muerto, los griegos construyeron un caballo como ofrenda a Palas Atenea, el caballo es tan grande que en sus entrañas cabría un batallón, el propósito de los troyanos es introducirlo en la ciudad:



Tras el alegre coro el contraste que se produce con la escena siguiente es brutal, en la música hay tensión y tragedia. Aparece Casandra, está extrañada por la rápida e inesperada partida de los griegos, Apolo le concedió el don de la profecía y algo le huele mal, ha tenido nefastas visiones, pero nadie quiere escucharla. Ni siquiera Corebo, su prometido, que piensa que ella ha perdido la razón. Ambos se aman, pero vaticina Casandra que “… no habrá desposorio para mí, no habrá amor ni cánticos de alegría, no habrá dulces sueños de ternura. Nadie quiere comprenderla.
Escuchamos a Marilyn Horne como Casandra en Roma 1969:



Aparece Corebo extrañado porque Casandra no comparte la alegría del pueblo troyano. Pero la chica lo primero que le suelta es que “es el tiempo de morir y no de ser feliz”, eso desmoraliza a cualquiera, y la reacción de Corebo con la que se incia un tierno –por la parte masculina- dúo de amor es totalmente lógica: “Vuelve en ti, doncella adorada. Acalla tus temores cesando las profecías… deja que entre en tu corazón un rayo de esperanza”. Casandra, sin embargo, no entra en razón, lo ve todo muuuuy negro: “Va a caer Troya. Como presas ante su furia girara el pueblo y roja correrá su sangre por nuestras calles. Las doncellas semidesnudas en brazos de sus captores perforarán los cielos con sus gritos… Y en tu costado… una lanza griega”. Magnífico el contraste entre la dulzura de Corebo y la desesperación de Casandra en este dúo. Finalmente la muchacha pide al amante que se aleje pero él no puede hacerlo si quiere conservar su dignidad, además insiste en que Casandra se equivoca. A pesar de tanta incomprensión la pareja se apoya mutuamente y el dúo termina con estas palabras de Casandra: “La muerte celosa nos prepara el tálamo nupcial para mañana”. Ambos parten y aparece el coro. Escuchamos el dúo entre Corebo y Casandra en las voces de Martial Singher y Eleanor Steber en una grabación efectuada en el Carnegie Hall en 1959, dirige Thomas Beecham:



El coro eleva una alabanza a los dioses protectores de la ciudad en agradecimiento por su liberación. Tienen lugar una serie de juegos y celebraciones, ante los reyes de la ciudad de Troya, Hécuba y Príamo, padres de Casandra. Aprece Andrómaca, la viuda de Héctor, y su hijo que hacen una ofrenda al altar y se presentan ante el rey en una escena de inmenso dolor comentada por el coro. Casandra se acerca a Andrómaca y con la sutileza que le caracteriza le dice aquello de “ahórrate el llanto, viuda de Héctor. Próximas desgracias te harán verter amargas lágrimas.”



Irrumpe en escena Eneas, cuenta que Laocoonte ha sido devorado por dos serpientes después de lanzar una jabalina sobre el caballo. Los troyanos creen que la muerte de Lacoonte es consecuencia de la ofensa que suponía su acción para la diosa Palas puesto que el caballo había sido construido en su honor. Prodigioso el Octeto con doble coro que sigue a la inclemente narración de Eneas, menuda entrada que escribió Berlioz para el héroe troyano, muy breve pero con unas exigencias de fiato dignas de ser tenidas en cuenta a la hora de valorar la interpretación del cantante de turno, vamos a escuchar seguidamente tanto la narración como el octeto por Heppner con Colin Davis:



Sólo hay un modo de calmar a Palas, introducir el caballo dentro de las murallas y conducirlo al Paladión. Casandra se escandaliza quedándose sola en escena. Su impotencia es absoluta, los troyanos van directos a su destrucción. Mientras tanto se escucha el cortejo que transporta el caballo hacia las puertas de la ciudad. Una vez más el contraste entre la alegría troyana y la desesperación de Casandra. Hasta que de las entrañas del caballo se comienzan a escuchar ruidos extraños. “El destino ha capturado a su presa. La hermana de Hector va a morir sobre las ruinas de Troya”. Fin del Acto I.

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