domingo, 1 de febrero de 2015

"Don Pasquale" en el Palau de les Arts de Valencia - 31/01/2015. Señoras y señores, esto es ópera.


Se estrenó Don Pasquale  en el Palau de les Arts con Helga Schmidt, la ex-intendente, imputada por malversación, falsedad y prevaricación a causa de supuestas irregularidades en la gestión del teatro. Con o sin dar crédito a teorías conspiratorias -algunas de ellas bien fundadas-, podríamos pensar que algo debió hacer mal esta mujer cuando el juez ha visto en sus maniobras indicios de delito, porque si el juez no ha estudiado bien el caso y se ha guiado por lo que ha alegado la fiscalía es para ponerse a temblar; por el momento es inocente mientras no haya sentencia condenatoria. Esperemos que la justicia actúe, a ser posible con celeridad, y adopte las decisiones que correspondan asegurándose de que cuando se atribuye a alguien la comisión de un hecho delictivo existan verdaderamente indicios racionales de ello, porque de otra forma, si Helga fuera inocente, se habría destrozado en un segundo toda su brillante trayectoria profesional, y eso es imperdonable. Desproporcionado me pareció el despliegue policial que tuvo lugar en el Palau de les Arts el otro día, asistimos a un espectáculo bochornoso, ni que se se hubiera decretado el estado de sitio, causando un serio daño a la imagen del Palau de les Arts, en eso creo que ha habido unanimidad. Y mientras llega el juicio, lentamente como es habitual, continua la temporada de ópera del coliseo valenciano con Davide Livermore, director del Centro de Perfeccionamiento desde el 2012, ocupando el puesto de la austriaca. Dentro de poco más de un mes lo tendremos estrenando también una nueva producción de Norma, el verdadero plato fuerte de esta temporada. A Livermore sólo le falta ser nombrado director de la orquesta, pues sigue ésta sin director musical titular,  para que digamos aquello de Juan Palomo... Cuidado en el futuro con las incompatibilidades, diría que para que éstas no se den están los servicios jurídicos de la Generalitat, pero no sé qué pensar (el Consell Juridic Consultiu de la Generalitat Valenciana dio su visto bueno en el caso de Schmidt), supongo que se tendrá en cuenta que va a ser complicado que se dedique a la dirección escénica mientras se ocupa de la dirección artística del teatro. La entrada de Livermore, que ha sido bien acogida por la prensa y los aficionados valencianos, y que calificada de continuista por aquélla, ha resultado irregular en el apartado de comunicación, lo primero que dijo es que estaba negociando con Mehta y al día siguiente el director le desmentía y aseguraba que no volvería a Valencia hasta que se reparase el daño que se ha hecho a Helga Schmidt, sobre el director musical también ha hablado más de la cuenta. Por ahora nos basta el ánimo que intenta insuflarnos Livermore, pero dentro de unos meses no serán suficientes las palabras, le vamos a pedir también hechos.Mientras tanto María José Catalá, que no asistió al estreno de Don Pascuale pero sí a la Presentación de la Fallera Mayor Infantil (¿tendría miedo al abucheo del público de les Arts?), lo cual no deja de dar una idea de cómo entienden la cultura esta gente, juega al despiste con el asunto Mehta, ayer me enteraba que había afirmado que "todavía se está en la tramitación administrativa de la rescisión del contrato de Helga y la formalización" del de su sustituto. 


Menuda ópera bufa saldría de la historia del Palau de les Arts, con sus corruptelas, irresolubles problemas de acústica en el Auditorio Superior, hundimiento de plataformas, inundaciones, desprendimiento de cubiertas laterales, e idas y venidas de los directores musicales. Desde que se inauguró el teatro no ha habido temporada que haya transcurrido sin incidencias, cualquiera diría que el Palau de les Arts está gafado, pero no, no es cuestión de mala suerte, lamentablemente todo es resultado de lo mal que se han hecho las cosas desde el gobierno de la Generalitat: si te quedas con todos los boletos de la lotería, quieras o no quieras, termina tocándote el gordo. Los aficionados, que no hemos dejado de ver peligrar la ópera en Valencia, no hemos hecho más que repetir aquello de Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy, pero la Virgencita de turno parece que no nos está oyendo -sería la primera vez-  y el panorama no ha hecho más que empeorar, el paciente no cura y miedo da que lo den por enfermo terminal y apliquen un tratamiento destinado a minimizar el dolor de la pérdida. Tranquiliza saber que, por el momento, no va a ser así. No voy a ser yo el que adopte una posición resignada y acepte un bajón en la calidad de la oferta del Palau de les Arts, porque entonces semejante edificio dejaría de tener sentido y todo el esfuerzo y dinero gastado hasta ahora se tiraría por la borda.

El caso es que  caen unas gotas de agua y la hierba vuelve a brotar, entonces parece que el optimismo nos alcanza, aunque sólo sea para tocarnos de refilón, eso es lo que nos ha pasado con este Don Pasquale, pero no debemos olvidar que sobre las representaciones de esta temporada todavía planea la sombra de Schmidt, a ella le han dado puerta con 20.800 euros de indemnización (parece ser que Helga no está conforme con dicha indemnización e interpondrá la correspondiente demanda en los tribunales, si no lo ha hecho ya), la programación de esta temporada ya estaba hecha, ya veremos lo que nos depara el futuro, lo más importante es que haya presupuesto suficiente, y eso pasa obligatoriamente por que el gobierno central, a través de su propuesta de PGE, colabore económicamente en un porcentaje proporcionado, y no valen excusas de que no está en el patronato, el ofrecimiento para que se integre en él ya está hecho desde hace tiempo y todo apunta a que desde hace aproximadamente un año se ha hecho lo necesario para que las cuentas estén claras, al menos es lo que se dice desde la Consellería de Cultura .

Pero yo he venido aquí a hablar de Don Pasquale, la última ópera de la temporada estrenada en el Palau de les Arts con dirección escénica de Jonahtan Miller. El director londinense nos dejó un mal sabor de boca hace justo dos años con su propuesta para la ópera Don Giovanni, de las peores que hemos visto en Les Arts, de la que sólo era destacable el magnífco vestuario de Clare Mitchell. La producción sobre Don Givoanni de Miller ya la habíamos conocido en el año 2006 pero la juzgamos con benevolencia porque había sido seriamente afectada a causa del hundimiento de la plataforma escénica, no sabíamos entonces que había escasas diferencias con relación a  la propuesta original. En realidad, tras el hundimiento, todo se tradujo en una reducción del espacio escénico porque los decorados no tenían nada más que negritud. Esta vez volvemos a tener una producción de Jonathan Miller, dirigida en su reposición por Rodula Gaitanou, pero más trabajada, proviene del Maggio Musicale Fiorentino, es del año 2001 y desde entonces se ha recorrido algunos de los más prestigiosos teatros de ópera europeos, como por ejemplo  La Scala o el Covent Garden, la escenografía muestra una  casa de muñecas de dos pisos de altura que ocupa todo el espacio escénico,  como la fachada se abre en dos, podemos asistir a lo que ocurre en cada una de las habitaciones,  cada piso y la planta baja tienen dos habitaciones más un espacio central que se corresponde con la escalera. La acción no está ubicada en el siglo XIX sino en una época anterior, no deja de ser extaño que Miller haya ido hacia atrás en el tiempo porque lo habitual hoy en día es que las puestas en escena actualicen la época en que se desarrolla la acción antes que la retrasen en el tiempo, y en el caso de Don Pasquale llama especialmente la atención porque el deseo de Donizetti fue ambientarla en su propia época, algo que tampoco entonces era usual y le ocasionó algún que otro poblema con los cantantes del estreno, cuyo reparto fue espectacular. En cada una de las habitaciones de esta casa de muñecas van sucediendo cosas, lo cual distrae la acción principal, pudiendo desconcentrar a más de uno en determinados momentos; además, al estar los intérpretes dentro de pequeñas estancias no pueden moverse con desenvoltura y peligra la vis cómica de algunas escenas o personajes, como el de Don Pasquale, que a veces se confunde con un mueble más. No favorece esta producción a las voces, sobre todo si no son grandes, que sólo brillan en el tercer acto, cuando finalmente salen de la casa y cantan desde el proscenio, el efecto es liberatorio porque la escenografía, de Isabella Bywater, que gusta mucho cuando se levanta el telón, termina cansando. Cuidadísimo también el vestuario, también de Bywater.




El bajo barítono parmesano Michele Pertusi es toda una garantía en el personaje de Don Pasquale, comenzó algo irregular, con problemas para sobrepasar el sonido de la orquesta, pero fue mejorando conforme avanzaba la representación; aunque su voz no me parece especialmente bella, conoce los secretos del canto belcantista, rebosa italianidad, y eso siempre se agradece. Me sorprendió gratamente Arthur Rucinski como Doctor Malatesta, tanto dramática como musicalmente, tampoco su timbre es maravilloso, pero el barítono polaco supo cantar con intención, y cuando la partitura exigió un canto de agilidad, lo solventó casi con más claridad que Pertusi. Qué gusto cuando tienes cantantes que ofrecen un canto ligado, sobre todo en este repertorio. Lo mismo digo para el tenor Maxim Mironov tiene una voz minúscula pero que corre muy bien por la sala y no consigue ser tapada por la orquesta, a mí su timbre me gusta, es un tenor ligero de voz clara idóneo, para este tipo de personajes destinados a tenori di grazia que requieren un canto muy estilizado y dominio de la agilidad; como siempre, si me dan a elegir entre voz y canto, yo opto por el canto, es lo principal. La norteamericana Nadine Sierra es una soprano ligera, yo diría que es una soubrette, un timbre bonito manejado con soltura, que puede resolver perfectamente la coloratura, se proyecta muy bien por la sala y, como los anteriores, también domina los secretos del estilo de canto donizettiano; además dramáticamente resultó muy graciosa y convincente, mostrándose distinta según interpretara a Norina o a la falsa Sofronia. El Coro de la Generalitat Valenciana sólo participa en el último acto, siempre digo lo mismo, es un lujo tener esta agrupación entre las fuerzas estables del teatro, y también es un lujo contar con la Orquesta de la Comunitat Valenciana, que esta vez brilló como hacía tiempo que no lo hacía, el mérito se lo atribuyo a Roberto Abbado, un director que supo contener a la orquesta para respetar las voces y que ofreció una lectura muy dinámica y fluida, obteniendo de la orquesta y sacando de la partitura matices insospechados, espectacular el final del primer acto. La mejor función de ópera que he presenciado en lo que llevamos de temporada.



6 comentarios:

  1. Me parece un acierto la introducción a la crónica de la ópera. Y estoy de acuerdo en todo lo dicho menos en que el timbre de Rucinski no es maravilloso, pero es cuestión de gustos! En general, estoy contigo que es la mejor, por ahora, de la temporada..sin tanta publicidad ni empalago que se les dio a las dos anteriores. Y por último, genial Roberto Abbado..eso sí es un lujo, tener al frente un gran director que se preocupa por el volumen de la orquesta y maravillosa su obertura. Bueno, gracias por la crónica.

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    1. Como volveré a verla tendré ocasión de rectificar respecto al barítono, si se da el caso. Gracias por el comentario.

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    2. NO, no, no hay por qué rectificar!!!! Cada uno piensa una cosa...lo importante es que hayas disfrutado y vuelvas a disfrutarla.

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    3. Por eso dije: "si se da el caso".

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  2. La escenografía me pareció aburridísima...puede ser un sensación personal y singular! Me gusto la voz de Rucinski, pero como actor no tanto….en definitiva una ópera “buffa”?…

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    1. La verdad es que la única que está a la altura y hace que nos divirtamos es la soprano. Rucinski tampoco me pareció tan mal actor, por lo menos comparado con Don Pasquale.

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