martes, 25 de marzo de 2008

200 años del nacimiento de Maria Malibran (SEGUNDA PARTE)

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Continuamos con la biografía aparecida en la Revista Barcelonesa en 1847:

A su vuelta a París, salió de nuevo al teatro, el 2 de octubre, sin que la emoción que debió causarle la estrepitosa acogida que recibió del público, la impidiese dar al aire sublime que sirve de final al segundo acto de Otelo, aquel grado de perfección que tanto se había admirado en sus anteriores representaciones. Bajo el capacete del héroe, desplegó en Trancredo la misma firmeza en el canto y la misma pasión en el gesto que había desplegado en Desdémona. Y si en la Gazza ladra, que representó en el invierno de 1828, no mostró siempre su hermosa voz el brío y la sonoridad que reclaman las elevadas melodías que en esta ópera abundan, y que atacaron victoriosamente la Mombelli y la Fodor, es indudable que, en los labios de la joven aficionada recibió nueva forma el papel de Nineta, en que desplegó todo su genio dramático y aquella gracia irresistible que tanto deleite causaba a los dilettanti. La famosa cavatina de esta ópera, que cantaba María con una brillantez y una expresión indecibles, mezclando a cada momento adornos de exquisito gusto, y en que parecía dirigir, más bien que seguir, a la orquesta, arrebataba a los espectadores; arrebatábalos asimismo la vehemencia y la energía de su ejecución, que excitaban a la décima representación el mismo entusiasmo que a la primera. En el mes de diciembre del año siguiente, obtuvo un éxito completo en Clari, papel a que dio toda la magia de expresión que le era peculiar. En esta ocasión notaron los inteligentes que la joven cantarina transponía a menudo sus arias de un tono y de un semi-tono, bien que estuviesen por eso muy lejos de criticarla. "Madama Malibran, dice el crítico que hemos citado ya, no se cuida de si está escrita una cavatina para Mlle. Colbran o para Mma. Melanotti; ella indica al director de orquesta el tono de su aria, como quien presenta su cuerpo al maestro sartorio (maestro sarte ); uno y otro se conforman a las intrucciones que se les dan, y el vestido y la cavatina salen igualmente justos y sientan igualmente bien."

En el mismo invierno salió por primera vez al teatro su hermano Manuel García. La acogida poco favorable que obtuvo del público este joven cantor hizo decir a un periodista que "el femenino era en esta familia más noble que el masculino". Lo que sí puede decirse es que, en su carrera dramática, no hizo la Malibran más que volar de triunfo en triunfo, y esto era menester para consolar al público de París de la pérdida inminente de Mlle. Sontag, que una corte del norte tenía el proyecto de arrebatarle; mientras que por una feliz compensación, revindicaba el antiguo Mundo al Nuevo la posesión de la Malibran y su padre.

Dos triunfos a cual más brillantes aguardaban a María el 2 de abril de 1829: el uso por la mañana en un concierto dado en la calle Taitbout a beneficio de los niños huérfanos adoptados por la compañía de la Moral Cristiana, y el otro por la noche en el teatro ordinario de su gloria, donde se dio a beneficio suyo una representación, en la cual volvió a su papel de Desdémona, y recogió nuevos y numerosos aplausos. Este beneficio le valió 14.000 francos.

En el mismo año, y en un viaje que hizo a Londres, donde permaneció durante los meses de septiembre y octubre, dejó a los inteligentes encantados de una maestría, de que no podían haberse formado una idea cabal ni aún los mismos que la habían oído algunos años antes. A su vuelta a París salió de nuevo, el 4 de noviembre, a recoger laureles en la ópera de la Gazza ladra. El 15 de diciembre, en que se representó esta misma ópera, tuvo, cediendo a las aclamaciones unánimes del público, que volver a salir al teatro después de la representación. Ni fue menos brillante el triunfo que el 22 del mismo mes obtuvo en una representación dada a beneficio de su padre García, que, de vuelta de México, venía a fijarse en París.

No se hizo rogar María para concurrir con Mlle. Sontag al brillo de otra representtación, dada el 3 de enero de 1830, en la Academia real de Música a beneficio de Mma. Damoreau Cinti.

El famoso trío del segundo acto del Matrimonio secreto, que cantaron juntas estas tres actrices, les ofreció una ocasión de desplegar todos los recursos de su arte, y la reunión de estas tres voces tan puras y tan brillantes produjo un efecto extraordinario en la asamblea, que, enajenada durante el trío, prorrumpió, al verlo acabado, en estrepitosos aplausos, pidiendo a grandes voces que se repitiese. ripitiéronlo pues, y, después de concluida la función, salieron las tres célebres actrices a recoger una opima cosecha de ramos y de coronas. Pocos días después, cantó María el papel de Tancredo con Mlle. Sontag, que desempeñaba el de Amenaide. Al acabar esta actriz el aria famosa del segundo acto vinieron a caer a sus pies varias coronas que, recogiéndolas al fin de la pieza, ofreció ella misma a su rival con una gracia encantadora. Llamadas de nuevo a la escena, después de caído el telón, vinieron ambas actrices a recoger nuevos aplausos.

Mas no debía durar mucho tiempo esta noble rivalidad; pues, abandonando el teatro el 18 de enero de 1830, dejó Mlle. Sontag a María reinar exclusivamente sobre la escena italiana. En la función que dió Mlle. Sontag para despedirse del público, contribuyó poderosamente María al triunfo que obtuvo aquella en Tancredo, y recogiendo ella esa vez las coronas que a ambas había prodigado la asamblea, las ofreció con la mayor amabilidad a su digna competidora. A pocos días, volvieron a salir juntas en una representación extraordinaria que a beneficio de los indigentes se dio; y el 25 de marzo, en otra función del mismo género, a beneficio de la orquesta, brilló sucesivamente María en los papeles de la tierna Desdémona, de la picaresca Susana y del apasionado Romeo.

En los tes años que hacía que reinaba en las tablas, había notado los inteligentes en Mma. Malibran, progresos sensibles, al paso que cierta desigualdad en su ejecución. Entregada con pasión al estudio de su arte resentíase alguna vez de sus fatigas en medio de la representación; y sus inmensas facultades músicas pudieron también alguna que otra vez engañar a sus deseos de hacerse admirar; mas desde la época a que nos referimos, adquirió su canto tal robustez, que, a pesar de sus pocos años, pudo decirse que en la admirable aficionada brillaban todas las prendas de una trágica consumada y de una mujer encantadora. Cuando, volviendo a salir al teatro, apareció de nuevo en noviembre de 1830 en el papel de Desdémona, su voz había tomado más intensidad y vigor en las notas graves, y las agudas respondían casi siempre a su voluntad con la misma exactitud. Mucho tiempo conservaron los aficionados el recuerdo de la escena del Barbero de Sevilla entre esta actriz y Lablache.

Jamás, puede decirse, jamás llegó actriz alguna a adquirir tan alto grado de popularidad, ni a excitar un entusiasmo más frenético, que el que en aquella época excitó María. Jamás brillaron sobre las tablas de la escena italiana tanta naturalidad en el canto, ni tanta vehemencia en la acción. Los críticos, a la verdad, y no sin fundamento, le han reprendido de exagerar alguna vez su papel; la han acusado de romanticismo; pero en la escena su acción seducía, y su gesto fascinaba y arrastraba a los mismo que fuera del teatro le hacían un cargo de su exageración.

El mismo aire de gracia, de alegría y de naturalidad, con que tanto seducía en el teatro, acompañaba a María en la sociedad. La música era su pasión y su recreo favorito y no solo la conocía para poder arrebatar con su canto a los que la oían, ya en público, en medio de una numerosa orquesta, ya en particular sin pretensión y acompañándose ella misma con el piano; sino que, versada en todos los secretos de su arte, compuso varias barcarolas, que obtuvieron del público un señalado favor.

La conducta de Mma. Malibran estuvo siempre al abrigo de la maledicencia, y la tierna Desdémona, que fijaba con razón un precio tan elevado a su sabor, habría desdeñado las riquezas comparadas con un sacrificio de otra especie. Sabido es con efecto que María devolvió en una ocasión a un banquero muy conocido 100.000 francos que este le había enviado en billetes de banco, como un argumento irresistible para entablar un íntimo de conocimiento. En octubre de 1831 Mma. Malibran, acompañada de Mr. Beriot, recorrió los departamentos del Norte de Francia, encantando con su voz los oídos de los pacíficos flamencos.

De vuelta de este viaje, emprendió otro a Inglaterra, donde, después de haber recogidos nuevas palmas y muchos miles de duros, murió desgraciada y casi repentinamente en Manchester, dejando, a lo que se dijo, una fortuna considerable.

Como ya decía en la primera parte, el artículo aparece sin firmar.
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Terminamos con un ramillete de escenas de la confrontación de las reinas Elisabetta y Maria, de Maria Stuarda, ópera cuyo papel protagonista Donizetti compuso para la Malibran :

1) Montserrat Caballé (1971), con Verrett como Elisabetta
2) Eliane Coelho (1993), con Toczyska como Elisabetta
3) Mariella Devia (2008), con Antonacci como Elisabetta
4) Leyla Gencer (1967), con Verrett como Elisabetta



5) Edita Gruberova (1989), con Baltsa como Elisabetta
6) Nelly Miricioiu (1992), con Soffel como Elisabetta
7) Beverly Sills (1970), con Farrell como Elisabetta
8) Joan Sutherland (1971), con Tourangeau como Elisabetta






2 comentarios:

  1. Qué frustración no poder escuchar nada de ella, ¿verdad?. El tema es para apasionarse, coger un camión y hacer un tour, desde luego.

    Es normal leer que "la joven cantarina transponía a menudo sus arias de un tono y de un semi-tono", cuando se habla de una naturaleza vocal grave, que alcanzaba por abajo la tesitura de contralto, y cuando también se le criticaba la falta de homogeneidad. Es lógico suponer que no tuviera un registro sopranil pleno.

    En la lista de Stuardas, se echa de menos un duelo Callas-Simionato.

    Aunque es un dato sin importancia, he buscado la fecha de la grabación de Miricioiu: 1992 (Amsterdan). Por si sirve de algo.

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  2. Gracias Golaud, ya está corregido, los datos eran copia de la información de Youtube.

    Seguro que si el fenómeno Malibran, la voz quiero decir, se diera hoy en día más de uno ponía el grito en el cielo por las transposiciones, y por lo de marcar al director ya ni te cuento, con lo endiosados que se volvieron en el siglo XX los directores.

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