martes, 15 de abril de 2008

Que Hebe te encadene eternamente con flores siempre frescas

Mi primer contacto con la ópera barroca francesa fue con Castor et Pollux de Rameau, de eso hace ya bastantes años, no había mucha oferta para elegir así que me llevé a casa la más barata que encontré, la que grabó Harnoncourt entre el invierno y la primavera de 1972. Lo cierto es que me costó bastante trabajo asimilarla pero soy bastante tozudo y el que la sigue la consigue, a veces no hay suerte y, o bien la ópera de turno no ha llegado en el momento adecuado o bien no queda más remedio que rendirse y reconocer que esa ópera, por mucho que nos empeñemos, no está compuesta para nosotros. Pero el día que la belleza que esconde una obra, tantas veces ignorada, te es revelada se siente una de las mayores satisfacciones que el arte puede dar al ser humano. Algo así me pasó con esta ópera de Rameau, conocía la célebre aria de Télaïre, una de esas melodías que parece que te acompañan durante toda la existencia sin saber exactamente cuándo llegaron a ti, y tardé en darme cuenta de que la obra contenía también otras páginas tanto o más hermosas, sin embargo no había sabido encontrarlas hasta entonces o eran ellas las que no me habían encontrado a mí. Estoy hablando del final del segundo acto de Castor et Pollux. Tanto el aria de Telaïre como la citada escena del segundo acto las podemos escuchar más abajo.

Repasemos el argumento un poco por encima: El prólogo viene a ser una especie de lucha entre la guerra (Marte) y el amor (Venus) en la que triunfa éste último. Cuando la acción dramática de lo que es propiamente la ópera comienza, Castor ya ha muerto en una disputa con Linceo por el amor de Telaïre, que en realidad estaba enamorada del primero. Ésta en su funeral canta el aria de la que hablábamos: Tristes apprêts, un lamento que me apasiona. Pollux, el hérmano gemelo del héroe fallecido, se encarga de la venganza matando a Linceo, y cae rendido de amor ante Telaïre.
Vamos a escuchar el lamento de Telaïre por Les Musiciens du Louvre dirigidos por Minkowski y cantando Kozená en la Gala Rameau Théâtre du Châtelet de París en diciembre de 2002 (ya apareció anteriormente pero cantado por Jane Laval en los años treinta, aquí: El canto francés. 1. Jane Laval):




En el segundo acto Pollux, inducido por Telaïre, pide a Júpiter que haga regresar a Castor de los infiernos. El dios lo hará, pero pone una condición: que Pollux ocupe el lugar de su hermano. Entonces aparece Hebe, la diosa de la juventud, rodeada de Les Plaisirs Célestes (los placeres celestes), en sus manos lleva guirnaldas de flores con las que encadenan a Pollux para retenerlo, pero no pueden convencerlo: vano es el esplendor del Olimpo, el cielo, la felicidad suprema está allí donde amo, está allí donde soy amado. Finalmente Pollux rompe las guirnaldas con las que ha sido encadenado y se dispone a bajar a los infiernos, así termina el segundo acto.
Escuchemos esta segunda escena del segundo acto, dura algo más de catorce minutos, pero os aseguro que el tiempo que empleéis escuchándola no va a ser en vano, por el Sotckholm Kammerkören, el Concentus musicus Wien y la dirección de Harnoncourt en 1972 :




En el siguiente acto todo el mundo, menos Telaïre intenta disuadir, sin éxito, a Pollux para que no entre en los infiernos. Una vez allí Castor no acepta el sacrificio de su hermano y sólo le pide que se quede durante un día, el suficiente tiempo para ver a su Telaïre y despedirse. Al final Júpiter libra del juramento a Pollux y éste regresa al mundo de los vivos.

2 comentarios:

  1. Una auténtica maravilla este lamento de Telaïre. Esta música consigue que te reconcilies con el peor enemigo.
    La Kozená en este repertorio está que se sale.

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  2. Siempre hay un tiempo para cada cosa, y una cosa para cada tiempo. Estamos continuamente evolucionando, también en gustos.

    ¡Que Hebe te encadene con flores de hebe!

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