La Traviata (Verdi) - Preludios del Primer y Tercer Actos - Carlos Kleiber "Pero ser amado realmente por una cortesana es una victoria mucho más dificil. En ellas el cuerpo ha gastado el alma, los sentidos han quemado el corazón, el desenfreno ha acorazado los sentimientos. Las palabras que se les dicen ya hace mucho tiempo que se las saben, los medios que se emplean con ellas los conocen de sobra, y hasta el amor que inspiran lo han vendido. Aman por oficio y no por atracción. Están mejor custodiadas por sus cálculos que una virgen por su madre y su convento. Y así han inventado la palabra capricho para esos amores no comerciales que de cuando en cuando se permiten como descanso, como excusa o como consuelo, de modo semejante a esos usureros que, tras explotar a mil individuos, creen redimirse prestando un día veinte francos a un pobre hombre cualquiera que se está muriendo de hambre, sin exigirle intereses ni pedirle recibo. Y luego, cuando Dios permite el amor a una cortesana, ese amor, que parece en principio un perdón, casi siempre acaba convirtiéndose para ella en un castigo. No hay absolución sin penitencia. Cuando una criatura que tiene todo un pasado que reprocharse se siente de pronto presa de un amor profundo, sincero, irresistible, del que nunca se creyó capaz; cuando ha confesado ese amor, ¡cómo la domina el hombre al que así ama! ¡Cuán fuerte se siente él teniendo el cruel derecho de decirle: «Ya no puedes hacer por amor nada que no hayas hecho por dinero»! Entonces no saben qué pruebas dar. Cuenta la fábula que un niño, después de haberse divertido mucho tiempo en un campo gritando: «¡Socorro!» para importunar a los trabajadores, un buen día fue devorado por un oso, porque aquellos a quienes había engañado con tanta frecuencia no creyeron aquella vez en los gritos verdaderos que lanzaba. Lo mismo ocurre con esas pobres chicas, cuando aman de verdad. Han mentido tantas veces, que nadie quiere creerlas, y en medio de sus remordimientos se ven devoradas por su propio amor. De ahí esas grandes abnegaciones, esos austeros retiros de los que algunas han dado ejemplo. Pero, cuando el hombre que inspira ese amor redentor tiene el alma lo suficientemente generosa para aceptarla sin acordarse del pasado, cuando se abandona a él, cuando ama en fm como es amado, ese hombre agota de golpe todas las emociones terrenales, y después de ese amor su corazón se cerrará a cualquier otro."
Alejandro Dumas. La dama de las camelias.
martes, 30 de marzo de 2010
La traviata (1)
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Un dibujo de Violeta, en gama de grises y algún rojo suelto.
ResponderEliminarEse rojo es el que me seduce, me enamora, me confunde y me equivoca.
El otro Alfredo.
Abrazos
Un hermoso texto con sabor a "belle époque".
ResponderEliminarEs extraordinario el fragmento que has seleccionado, que pone de manifiesto la capacidad de Dumas para acercarse con inteligencia y sensibilidad a unas mujeres que fueron y -quizás todavía- siguen siendo proscritas sentimental y socialmente. Verdi le pondrá una extraordinaria música para describirla, añadiendo ese algo más al relato de Dumas; el valor añadido de la ópera: la historia de una extraviada, la Traviata
ResponderEliminarCuando he leído el post me he acordado de la carta de Verdi y de su propio martirio por la reprobación social que vivió en su relación sentimental. En concreto recuerdo una frase referida a su amante que me pareció -hace muchos años cuando la leí- una auténtico manifiesto a favor de la tolerancia en las relaciones humanas: "Conmigo vive una mujer libre, independiente, amante como yo de la vida solitaria, con una fortuna que la protege de toda necesidad. Ni yo ni ella debemos a nadie una explicación de nuestros actos ..." Se refería a la Strepponi, su compañera.
El planteamiento de la carta no tiene desperdicio:
..."en un lugar donde existe la mala costumbre de meterse a menudo en los asuntos de los otros y desaprobar cualquier cosa que no se adapte a sus ideas; yo normalmente no me entrometo en los asuntos de los demás si no se me llama, precisamente porque insisto en que nadie se entrometa en los míos...
No tengo ningún problema en levantar el telón y revelar así los misterios encerrados en las cuatro paredes de mi casa, y contarte mi vida en ella. No hay nada que ocultar. Conmigo vive una mujer libre, independiente, amante como yo de la vida solitaria, con una fortuna que la protege de toda necesidad. Ni yo ni ella debemos a nadie una explicación de nuestros actos; pero además, ¿quién sabe qué relación hay entre nosotros? ¿Qué asuntos? ¿Qué derechos tengo sobre ella, y ella sobre mí? ¿Quién sabe si es o no mi esposa?... ¿Quién sabe si eso es bueno o malo? ¿Por qué no podría incluso ser bueno? Y si fuera malo, ¿quién tiene derecho a lanzar maldiciones?"
Os dejo en enlace de Metropolitan de donde he sacado el texto, por si os interesa
http://archive.operainfo.org/broadcast/operaBackground.cgi?id=5&language=2&bid=111
Gracias, Assai, por el texto, que pone en evidencia que Verdi era también, en las relaciones sociales, muy avanzado para la época en que le tocó vivir.
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