En el ópera barroca cobra vital importancia la expressio verborum, la expresión musical del texto, el famoso recitar cantado. La oposición entre la palabra y la música no dejará de aparecer una y otra vez a lo largo de la historia de la ópera, unas veces prevalecerá la una y otras la otra, muchos intentarán renovar el género buscando el equilibrio entre ambas, pero en los inicios del barroco parece que a la música le cuesta imponerse y la supremacía es ocupada por la palabra, al menos a uno le parece así, sobre todo en el lamento, que es casi un género propio dentro de la ópera del primer barroco, el concepto de lamento no requiere mucha explicación, la propia palabra lo dice. Estos fragmentos en los que los protagonistas se encuentran en una situación límite, se abandonan y dan rienda suelta teatralmente a los sentimientos y al patetismo más extremos me atraen sobremanera, me seducen, conmueven y encuentro en ellos una especial sensación de belleza. No sé si me lo tendré que hacer mirar, por el momento no pienso hacerlo porque cuando estas piezas se seleccionan para formar parte de grabaciones y conciertos por algo será. En el fragmento que os propongo hay una pieza vocal de una ópera de Cavalli y otra instrumental independiente de Pandolfi que casan a la perfección. Espero que lo disfrutéis.
Francesco Cavalli (1602-1676) "La Didone" Acto I. Lamento d'Ecuba. Marie-Nicole Lemieux, contralto.
Giovanni Pandolfi (ca. 1620-1669). Sonata per violino. "La monella romanesca". Alessandro Tampieri, violin.
Ensemble Artaserse - Grabado en Girona el 26 de junio de 2012
Alle ruine del mio regno - Lamento d' Ecuba, Acto I , escena 7 de La Didone, ópera en un prólogo y tres actos de Francesco Cavalli:
En las ruinas de mi reino sobrevivo decrépita y estoy dispuesta a esperar la muerte ¡Y mis lágrimas inútiles son testimonio trivial de mis dolores! ¿Dónde va mi alma buscando, más allá de las lágrimas, el modo de lamentarse, mientras esta noche pierdo reino, patria, marido y a mis propios hijos?
Trémulo espíritu plañidero y lánguido, sal de mí inmendiatamente.
Que se vaya el alma, Erebo es oscuro y Cupido la espera.
Pobre Priamo, olvídate de Hecuba viuda miserable.
Las causas de nuestra ruina fueron Paris y Helena.
Entre tantos enemigos prueba solo mi pecho la penuria de las heridas, no caerá la mía entre tantas vidas, y la hija y la madre extinta caigan por una misma mano, por una espada; y en el morir bajo el hierro enemigo se confunda nuestra sangre y que se haga pedazos este mísero vientre, donde naciste, no lejos de tu pecho. Reúna la muerte lo que el nacer divide, y de la madre y de la hija desangrada vaya en sepulcro a abrazarse la sangre. Vípera marchita, pésima áspide, mátame, llévame. Íntimas vísceras supuran, destilan lágrimas fervientes. Se derrumban, tiemblan, arden, caen pórticos y templos. Váyanse en polvo, reducidos a cenizas, la púrpua y el imperio. Pórtame, hija, la mano que ya no siento; busquemos la espada cortés que nos priva de otro tratamiento a los mortales, hoy la muerte es el menor de los males.
Francesco Cavalli compuso unas 33 óperas entre 1639 y 1673, entre ellas La Didone, que está basada en La Eneida de Virgilio y cuyo libreto fue escrito por Giovanni Francesco Busenello, se estrenó en 1641 en el teatro San Cassiano de Venecia y, junto a su duración, más de cuatro horas, tiene la particularidad de que Dido supera la partida de Eneas y no se suicida sino que contrae matrimonio con Yarbas, rey de los gétulos (o de los libios). En esta ópera hay un fragmento relativamente popular, en él, Hécuba, segunda esposa de Priamo, rey de Troya, lamenta la pérdida de su reino, patria, marido e hijos; Casandra, su hija, le echará en cara no haberla escuchado, y ambas decidirán ir al encuentro de la muerte.
Por su parte Giovanni Antonio Pandolfi (1629-1679) es un compositor y violinista que nació en Montepulciano, en la Toscana, desarrolló su actividad musical en Italia, Austria y Francia, para terminar sus días en el Madrid de los Austrias al servicio de la Capilla Real. De su producción sólo se conservan dos colecciones de sonatas para violín y teclado. Se le considera uno del los máximos exponentes del llamado Stylus phantasticus. Se trata de un tipo de música instrumental caracterizada por la improvisación y cierta libertad formal que hace que se vea en este estilo el antecedente de la fantasía. La monella Romanesca [La muchacha romana] pertenece a su etapa en Innsbruck. Es la tercera de la colección de las seis sonatas op. 4 de 1660. Está formada por un adagio y destaca el virtuosismo que debe desplegar el violín.
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