miércoles, 2 de abril de 2014

Simon Boccanegra en Les Arts 30/03/2014


Simon Boccanegra es una ópera extraña dentro de la producción verdiana, estrenada en 1857 fue un fracaso, Verdi y el libretista Arrigo Boito decidieron revisarla treinta y cuatro años más tarde, por ello participa de características del primer Verdi y del más maduro. Para muchos es una de las mejores óperas del compositor, no es mi caso, entre mis preferidas es cierto que seguramente, con ese libreto no menos complicado que el de Il trovatore, que como Boccanegra está inspirado en un drama de García Guitérrez, figuraría en el top ten, pero lejos de la cabecera. 
La dirección escénica de la propuesta original de Les Arts es de Lluís Pasqual y ahora Leo Castaldi se ha encargado de la reposición. 
Del apartado escénico, e intentando ser positivo, me quedo con el buen uso de la iluminación por Albert Faura y el contraste conseguido a través de los colores del vestuario por Franca Squarciapino, no así con ese mar como de chapapote, ni con el monótono subir y bajar de enrejados, si bien fue lo único que dotó de movilidad a la escena haciendo interesantes distinciones entre planos. Es Simon Boccanegra una ópera en la que se puede sacar mucho partido durante las intervenciones escénicas del coro pero no es este el caso, predominó el estatismo. No me gustó esta producción cuando se estrenó hace siete años y con el tiempo no veo que haya mejorado.
Contaba este Boccanegra de Les Arts con la presencia del incombustible Plácido Domingo en el papel titular, la representación comenzó varios minutos tarde tras anunciar por megafonía que el tenor no se encontraba en buen estado vocal, a pesar de ello no canceló. Que Domingo no es Boccanegra, que no es barítono, no es nada nuevo, así que no me extenderé sobre este particular, sólo destacar que todas sus carencias las sabe suplir con una presencia escénica y una inteligencia dramática dignas de encomio.
Como Amelia intervino la soprano china Guanqun Yu, el público de Les Arts ya pudo escucharla en I due foscari la pasada temporada, estamos ante una soprano en alza con un timbre bien proyectado, homogéneo y muy atractivo, lo malo es que es inexpresiva, incapaz de sacar partido en los momentos de abandono y no llega a traspasar esa barrera que conduce a la emoción, una lástima. Si pudiera dominar más la dicción y ser capaz de jugar con intensidades y dinámicas no me cabe la menor duda de que estaríamos hablando de una de las grandes sopranos de la actualidad.
Ivan Magri es un tenor que por vocalidad se adapta muy bien al personaje de Gabriele Adorno, uno de los prototipos de tenor lírico de corte verdiano, en este sentido nada que objetar, sin embargo las desigualdades tímbricas y la descuidada línea de canto, afean un tanto su interpretación, sobre todo en los momentos de menor lucimiento en los que, sin duda, se reserva. Resuelve sus intervenciones con suficiencia pero no deja de ser un cantante par aun segundo reparto.
También muy correcto, pero no para lanzar cohetes, el bajo Vitali Kovaliov como Jacopo Fiesco. El resto de cantantes pasaron sin pena ni gloria.
Orquestalmente no fue tampoco un Boccanegra redondo, poco sutil la dirección de Evelino Pidò, fue mejorando conforme avanzaba la representación y los mejores momentos llegaron en el tercer acto, en el que la batuta mostró mayor contención y esfuerzo por resaltar el matiz, entonces se atisbó algo de compromiso dramático; buen nivel el mantenido por el Coro de la Generalitat Valenciana, tal y como nos tiene acostumbrados; lo mismo hay que decir de la excelente Orquesta de la Comunidad Valenciana, lástima que con esta ópera no haya topado aún con el director adecuado puesto que tampoco Lorin Maazel supo extraer lo mejor de estos músicos cuando se encargó del estreno.
En todo caso, con el presupuesto que dispone el teatro podríamos hablar, una vez más, de auténtico milagro, salí encantado de la representación.
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