Un día que, atormentado por el cansancio, mi carro se arrastraba por un páramo arenoso , encontré a tres gitanos que estaban bajo un sauce. El primero de ellos tenía un violín entre sus manos, y tocaba, envuelto por las luces del crepúsculo, una melodía alegre. Sostenía el segundo una pipa en la boca ,y con sus ojos seguía el ascender del humo, contento, como si no precisara nada más para alcanzar la dicha. Y el tercero dormía plácidamente, su címbalo colgaba del árbol, entre sus cuerdas se deslizaba el aliento del viento, en su corazón se deslizaba un sueño. En las ropas que los tres vestían había agujeros y remiendos de colores, pero intrépidamente desafiaban al destino mundano. Por tres veces me mostraron como, cuando nuestra vida se marchita, se puede seguir tocando, fumando o durmiendo y ser, esta marchita vida, tres veces despreciada. Al continuar mi camino volví a mirar a los gitanos a lo lejos, sus manos y rostros morenos, sus cabellos negros y rizados al viento.
Die drei Zigeuner de Franz Liszt sobre un poema de Nikolaus Lenau por Elisabeth Kulman y Eduard Kutrowatz:
Y vamos con otra versión, la clásica de Elisabeth Schwarzkopf: y Geoffrey Parsons:
Pasamos ahora a la voz de un tenor, Jonas Kaufmann, acompañado al piano por Helmut Deutsch,:
Cerramos como empezamos, con voz grave, la de Fischer-Dieskau, acompañado al piano por Daniel Barenboim:
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