A mí no me gusta mucho el ballet clásico, pero no me atrevo a despreciarlo, la razón es tan sencilla como que me cuesta entrar en las historias contadas mediante gestos y movimientos corporales al ritmo de la música, no hay más, tampoco tengo los códigos para identificar los pasos de los bailarines y sus proezas rara vez me asombran, aunque reconozco que las figuras que estos artistas nos presentan son armoniosas y elegantes, la verdad es que nunca sentí curiosidad por conocer cosas sobre el ballet, algo que, gracias a la seducción que sentía por la voz humana, sí me pasó con la ópera. Dentro de mi ignorancia en el asunto este de la danza sí me gustaría puntualizar que me gustan más las coreografías más modernas e innovadoras que las clásicas, conecto mejor con ellas y que, si alguna vez mi inconsciente se ha dejado llevar, he podido disfrutar del ballet. De todos modos, aunque seamos muchos los que no perdemos los vientos por el ballet, siempre nos quedará la música, muchas veces maravillosa. Hace ya algunos años un periodista de los que salían en la televisión pública que entonces era famoso y del que ahora mismo ya no recuerdo el nombre -parece que ya no lo debe ser tanto-, se confesaba melómano, y en una entrevista este señor denostaba, con rebuscado desprecio, a aquellos aficionados a los que le gustaba el ballet -o quizás al ballet mismo-, como si fueran aficionados de segunda o como si el ballet fuera un arte de segunda clase. Argumentaba que el ballet era un invento de la burguesía para no aburrirse en las salas de concierto y que por eso no le gustaba, en su momento me pareció una estupidez y ahora que me ha venido a la memoria, siempre que el tiempo no me haya hecho distorsionar mucho este recuerdo, me parece una estupidez elevada a la máxima potencia.
Seguramente a Verdi tampoco le gustaba mucho el ballet, por lo menos en sus óperas, sólo lo utilizó cuando éstas tuvieron que estrenarse en París. En total fueron ocho las óperas en las que Verdi añadió un ballet (dejo de lado pequeños números de carácter danzable, como el que podemos encontrar en el tercer acto de La traviata), la primera de ella fue Jérusalem, que se estrenó en París en 1847 (versión revisada de I lombardi alla prima crocciata), le siguieron Nabuco, cuyo ballet de 1848 (se compuso para el Teatro de la Monnaie de Bruselas) no se conserva, Les vêpres siciliennes, Le trouvère (versión francesa de Il trovatore), Macbeth, Don Carlos, Aida y Otello. De estos ballets verdianos el que nunca se corta es el de Aida, perfectamente integrado en la trama del final del acto primero (Danza de las Sacerdotisas) y del acto segundo (un ballet al inicio, la Danza de los Esclavos, y otro ballet posterior a la Marcha Triunfal).
En Francia fue habitual que el ballet y el teatro convivieran en escena desde el mismo naciomiento de la escuela nacional de ópera francesa. Así que en esta escuela el ballet, junto a las intervenciones corales, tuvieron gran importancia, hasta el punto de que se convirtieron en características propias de la ópera francesa que perduraron durante mucho tiempo, especialmente en la llamada grand opéra. En el segundo acto se solía introducir un pequeño ballet o danza y el ballet propiamente dicho se solía ubicar en el tercer acto (recordemos el escándalo que se organizó cuando Wagner introdujo el ballet de Tannhäuser al principio de la ópera y se lo perdieron los miembros del Jockey-Club de París).
Centrándonos en el ballet de I vespri siciliani (Les vêpres siciliennes) diremos que forma parte de la tercera ópera de Verdi que contiene un ballet. Ya vimos que I vespri es resultado de un encargo de la Ópera de París y en este teatro era obligatorio incluir un ballet en toda ópera que se estrenaba y así constaba en el contrato. Pero también estamos ante la primera ópera en la que Verdi compone un ballet desde el origen - Jérusalem era una adaptación-, no para ser insertado a posteriori.
Verdi tenía que introducir dos números de ballet, un pequeño ballet (divertissement), en el segundo acto y un ballet amplio en el tercero.
- Para el segundo acto compuso una Tarantella, la tarantella es un baile de carácter muy vivo y origen napolitano aunque se extendió por todo el sur de Italia, al final del baile irá introduciendo las voces un poco a la manera en que lo hace al inicio de Rigoletto. La podéis ver en un YouTube que procede de una representación en Turín con la misma dirección escénica que veremos en el Palau de les Arts, la de su intendente, Davide Livermore, seguramente hablaremos de ella más adelante:
- Para el tercer acto compuso un ballet denominado Las Estaciones, dividido en cuatro partes que aluden a cada una de las estaciones (Invierno, Primavera, Verano y Otoño, por este orden) y que alarga la ópera en casi media hora, se suele suprimir. Precisamente en el YouTube que poníamos en el otro día de la grabación en La Scala dirigida por Muti se incluye el ballet. No tengo noticias si este ballet se interpretará en Les Arts, yo creo que no, por lo menos en Turín no se hizo. Ponemos el que que se realizó en La Scala el 7 de diciembre de 1989:
Qué alegría volver a estos post introductorios. Hoy he podido encontrar tiempo para dedicarles
ResponderEliminarTengo muchas ganas de que empiece la temporada, se está haciendo largo y me encanta esta preparación previa.
Seguro que tienes pensado un repaso de intérpretes ¿o me equivoco?
Enhorabuena por esta vuelta a la actividad y mil gracias.
Hola Assai, lo primero muchas gracias. Pensado no tengo pensado mucho, voy improvisando sobre la marcha, como es lo habitual en el blog; por otra parte I vespri no es una ópera de la que existan muchas grabaciones para comparar intérpretes. Quizás entre las sopranos es donde haya mayor competitividad: Callas, Arroyo, Caballé, Scotto, Studer...
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