El primer deseo de componer una ópera sobre un libreto basado en The corsair de Byron fue del propio Verdi, él encargó a Piave escribirlo, pasó el tiempo y Piave quiso dárselo a otro compositor pero Verdi se opuso y al final decidió emplearlo en una de sus óperas, por lo tanto, a Verdi, cuyo talento dramático está fuera de toda duda, parece ser que la historia le gustaba. Quizás el principal problema que tuvo, junto a las prisas por componer la ópera y hacerlo seguramente a disgusto por su malestar con el editor, fue el hecho de no ir colaborando con el libretista y poder dar órdenes para cambiar escenas o algunos versos de las arias, o incluso pedirle nuevas arias que definieran mejor los conflictos o la diferente psicología de los personajes, cosa que sí hizo en muchísimas de sus óperas. El resultado fue una obra que, en lo dramático, no funciona bien y en lo musical no llega a ser genial en ninguno de sus números cerrados pero que tiene cierto interés en momentos muy puntuales (el aria de entrada de Medora, la introducción a la escena en la prisión, el concertante o el trío final, por citar algunos). Además el hecho de contar con dos sopranos protagonistas y rivales, aunque no enfrentadas, dota a la ópera de un morboso atractivo. Es difícil poner en escena Il corsaro, Nicola Raab no lo tenía fácil. Cuando escribía sobre Peter Grimes decía que era fácil ponerla en escena porque Britten lo da todo, aquí estamos en el ejemplo contrario, en Il corsaro todo son escollos para el director de escena; por eso mi opinión sobre esta coproducción del Palau de les Arts y la Ópera de Monte-Carlo es contradictoria. Valoro positivamente hacer otra cosa con esta disparatada historia en la que los héroes quieren morir y se niegan a ser salvados para después erigirse en salvadores; recurrir a la fuente del libreto y plantear la ópera como una visión onírica del Lord Byron mientras escribe su poema justifica las incongruencias en la trama de la ópera, eso está ya visto pero es un recurso y aquí es útil pero en conjunto no parece que esté bien resuelto, quizás por problemas del propio libreto y de su estructura acartonada en números cerrados. El carácter onírico e irreal de ese mundo de fantasía de Byron se ve reforzado al recurrir en el vestuario de George Souglides a una estética trillada, kitsch, o incluso vulgar, propia de la factoria Pixar y a vistosas y sencillas videocreaciones de Miguel Bosch que rompen la monotonía de la escenografía del citado Souglides.
El nivel vocal de esta producción es de gran altura. Fantástico el Corrado de Michael Fabiano, un tenor lírico de potente y atractivo timbre, que abre ligeramente en los agudos, su canto muy bien articulado, seguramente nos dará muchas satisfacciones en el futuro, dota al personaje de un ímpetu apasionado que le va como anillo al dedo al corsario. Kristina Mkhitaryan derrocha musicalidad y buen gusto como Medora, mientras que el ajustado canto de Oksana Dyka se ve ensombrecido por un timbre muy poco agradable y tendencia al grito, como de muñeca diabólica, más propio de una bruja que de una heroína, especialmente cacofónica fue su aria de entrada junto a las odaliscas, conforme avanzaba la representación me fue gustando más. Disfruté muchísimo con el canto de Vito Priante, no es el típico barítono verdiano, no tiene un timbre contundente, qué placer tener un cantante que frasea, que domina el legato y que es pura musicalidad, su timbre no es grande pero recorre la sala con suficiencia, es de esos cantantes que parece que pueden parar el tiempo para que nos recreemos en su canto. El Coro de la Generalitat y la Orquesta de la Comunitat Valenciana siguen manteniendo el alto nivel al que nos tienen acostumbrados y Fabio Biondi los condujo muy bien, no me sorprendió porque, dentro de este estilo romántico italiano, hace años ya ofreció una estupenda Norma en versión concierto en el Palau de la Música.