UNA TRAVIATA MÁS. En la no muy larga, pero ya no tan corta, historia del Palau de les Arts, si la memoria no me falla, Turandot y La traviata se llevan la palma, ambas han sido representadas en tres temporadas; pero, sin duda, la que debe figurar en primer lugar es La traviata puesto que lo ha sido con tres producciones distintas y con tres directores también distintos. Con unos resultados también muy desiguales.
La primera Traviata, la conocida como “La traviata de los espejos” de Brockhaus se representó durante la Temporada 2009-2010 y estuvo dirigida con Lorin Maazel. Esta producción, más allá de la colocación del famoso espejo en el escenario en el que los cantantes, y también el público, se ven reflejados, no me dijo nada. En cuanto al reparto tampoco dijo mucho, quizás lo más destacable fue el material vocal, irregularmente empleado, de Vittorio Grigolo. Nunca me gustó Maazel dirigiendo Verdi durante la última etapa de su carrera, salvo en muy contadas ocasiones, como el Auto de Fe de Don Carlos. Le iban mejor compositores más expansivos, recuerdo especialmente su Butterfly y su Parsifal, de lo mejor que se ha escuchado en Les Arts. En conjunto fue una Traviata fallida.
La segunda Traviata contaba con la seguridad y eficacia a la que nos tenía acostumbrado Zubin Mehta, fue en muchos aspectos extraordinaria. Es “La traviata del reloj”, también muy famosa, que provenía del Festival de Salzburgo, visualmente atractiva y muy efectiva dramáticamente. Las funciones fueron bastante accidentadas (sustitución de Ivan Magri en el estreno por Nikolai Schukoff y, posteriormente, de Sonya Yoncheva por Jessica Nuccio y de Magri por Aquiles Machado) pero el resultado más que óptimo.
Y ahora ha llegado el turno a la tercera Traviata, la de la escalera. Desgraciadamente el atractivo mediático no estaba puesto esta vez ni en el director musical ni en los cantantes, ni siquiera en la dirección escénica de Sofia Coppola. Ahora el aliciente que nos ha querido vender el Palau de les Arts para que asistamos a este estreno ha sido la presencia de la reina Sofía, el modisto Valentino, Monica Belucci, Nati Abascal, Luis Alfonso de Borbón, Margarita Vargas, Mónica Ortiz y otra fauna. Así es como nuestro director de escena oficial e Intendente-Director artístico quiere “hacer accesible la belleza al chico del último barrio” (Livermore. Junio, 2013). No voy a extenderme más sobre este asunto porque ya se ha escrito mucho sobre él en los últimos días, no me parece una forma de predicar con el ejemplo por parte de nuestro intendente.
Sofia Coppola presenta una Traviata de lo más convencional, bonita sin más, con la presencia en primer plano de una escalinata de mármol descentrada y totalmente desproporcionada para que veamos durante el Preludio lo bien que va descendiendo la cola el traje que lucirá Violetta durante el primer acto de la ópera. La escenografía, de Nathan Cowley, es del estilo de las óperas que dirigía Franco Zeffirelli pero en versión minimalista. La dirección de actores brilla por su ausencia, el único que sabe cómo moverse en escena es Plácido Domingo, pero es algo que está en su propia naturaleza y que ha ido perfeccionando a lo largo de los años. Si esta Traviata tiene alguna virtud es la de que, transitoriamente, abandonamos la estética Livermore, con la que ya comenzábamos a emborracharnos, es el precio que tenemos que pagar por tener un director de escena como director artístico. La traviata de Coppola agrada a los que gustan de las producciones tradicionales. No es mi caso, prefiero que se arriesgue más aunque el resultado final termine decepcionándome, yo apuesto antes por el riesgo que por el aburrimiento más convencional. Tampoco diré poco más, dos palabras lo dicen todo: estéticamente anodina, y dos palabras más vuelven a puntualizar: no molesta. No entiendo por qué en la web de Les Arts, en el apartado titulado "Dirección" se pone el siguiente encabezamiento: "Producción creada por VALENTINO GARAVANI y GIANCARLO GIAMMETTI y el Teatro dell’Opera di Roma". Cuando lo normal es que pusiera "Producción procedente del Teatro dell’Opera di Roma". Después, en el apartado “vestuario” vuelve a aparecer el nombre de Valentino Garavani, junto con el de Maria Grazia Chiuri y Pierpaolo Piccioli. No sé si es por mi propia ignorancia pero estoy hecho un lío ¿quién dirige, al final, escénicamente esta Traviata?.
Si alguien destacó el pasado jueves fue Marina Rebeka como Violetta, tiene la soprano letona una voz muy hermosa, timbrada, sin aristas y es capaz de solventar, aunque sin grandes alardes, los problemas de coloratura que contiene el papel, sobre todo en el primer acto. En el segundo acto me dejó algo decepcionado por culpa de su inexpresividad, tanto vocal como escénica, pero me cautivó de nuevo en el último, más por la forma de cantar que por su fuerza dramática, y esto también fue una sorpresa después de lo estática que la había encontrado en el dúo con papá Germont, porque pensaba que Rebeka, que es una soprano lírica, carecía de los graves necesarios para afrontar el reto del tercer acto con solvencia, hizo un final de ópera más delicado que intenso y eso, aunque no es mi ideal, sí me gustó. Artuo Chacón Cruz pasó por el papel de Alfredo sin pena ni gloria, su timbre no tiene brillo alguno, es tosco, creo que es su principal problema; pero, al contrario que a otros muchos, no me molestó, eso sí, decía el texto como si fuera un robot, expresividad nula. Escuchar a Plácido Domingo supo a gloria en la primera parte del dúo con Violetta, por la intensidad de su canto y fraseo, para mí fue una sorpresa más porque escuchar al tenor cantar Macbeth la temporada pasada se convirtió en un auténtico suplicio; sin embargo, cuando llegó el momento de su aria y cabaletta el tenor madrileño estaba totalmente agotado e hizo lo que pudo para salvar los platos, menos mal que el papel del papá de Alfredo no es muy largo. El resto de papeles tienen poca relevancia y todos fueron correctamente servidos por miembros del Centro de Perfeccionamiento o del Coro de la Generalitat, que estuvo al extraordinario nivel a que nos tiene acostumbrados y, afortunadamente, esta vez me he reconciliado con la Orquesta de la Comunitat Valenciana que, en I vespri siciliani, me decepcionó mucho, hasta el punto de haber pensado que el declive, que hasta entonces venía siendo muy lento y progresivo, se había acelerado. Gran parte del mérito de que esto haya sido así debemos atribuírselo a Ramón Tebar quien llevó muy bien a la orquesta y estuvo en todo momento pendiente de los cantantes; con la colaboración de Rebeka, única cantante que estuvo a la altura, supo llevar a esta Traviata a buen puerto.
Muchas gracias por compartir tus conocimientos. Únicamente creo que es una falta de respeto en un mundo sensible como el de los amantes de la música, que se haga referencia al Sr. Valentino como de fauna. Nos puede gustar más o menos, pero no hay que perderle el respeto que merece, tanto como cualquier persona. Un gran teatro como el nuestro necesita patrocinadores y para ese cometido se necesitan galas, de vez en cuando, como la vivida. La ópera la patrocinan grandes marcas El estreno fue patrocinado por Rolex y alguna que otra joyería. Esas marcas con un contrato de largo plazo permitirán, si se consiguen, que los aficionados podamos disfrutar más de Sueños de una noche de verano, con producciones como la que tuvimos, magnífica, pero que no cubren ni el 50% del aforo. El Sr. Livermore creo que ahora mismo es la única persona que lo puede conseguir. Si queremos una ópera buena provinciana, no hay mejor apoyo que el lugar de nacimiento frente a la calidad. Gracias a Lorin Maazel tenemos su gran herencia, que encima eleva el estándar de los músicos valencianos, que deseen acceder a ella
ResponderEliminarNo me parece una falta de respeto a Valentino hacer referencia a la fauna que visitó el otro día el Palau de les Arts, el mismo diccionario de la RAE recoge el significado que le he querido dar: "Conjunto o tipo de gente caracterizada por tener un comportamiento común y frecuentar el mismo ambiente". Valentino, que precisamente no revolucionó el mundo de la moda con su atrevimiento, debería dedicarse, si es que tiene tiempo y ganas todavía, a diseñar la ropa de alguna producción y no a meterse donde no tiene nada que decir, pues da la impresión de que en esta Traviata se ha excedido en su cometido, zapatero a tus zapatos. Espero que tengas razón y este espectáculo sirva para poder ofrecer otras cosas más interesantes, ojalá sea así. De paso le recordaría a Sr. Livermore que hay vida más allá de Britten, compositor que, por otra parte, en un teatro de ópera me gusta mucho y del que parece que quiere ofrecer la producción completa en varias temporadas seguidas, es una vergüenza que en los años que lleva Les Arts no haya programado ni una sola obra de Janacek, pero es que hace bastante tiempo que no se programa a un compositor tan habitual en todos los teatros como Wagner.
ResponderEliminarPienso que la mejor manera de llenar, atraer público y tener repercusión internacional es ofrecer una programación de calidad, aunque sea con menos títulos, sin olvidar que hay que invertir en la orquesta si no queremos perder el valor más preciado del teatro. No sé si el patrocinio de Rolex repercutirá en otros espectáculos de la temporada o mejorará, antes de que termine la desbandada, la condición en la que están los músicos, me temo que sólo servirá para costear La traviata, precisamente una ópera que se vende sola, y ofrecida con un reparto que, salvo Rebeka, no ha estado a la altura. Gracias por tu comentario, nos hace ver las cosas desde otro ángulo.
Si en el fondo decimos lo mismo. El problema es cómo se pagan las producciones y ahí ante la casi nula aportación del estado, se necesita el apoyo privado. La calidad sin dinero es casi una utopía. El ejemplo claro es Munich. Gracias por el blog.
ResponderEliminarMe encanta tu blog. En realidad no tengo conocimientos sobre esto pero desde hace un tiempo me he sentido muy atraído a este mundillo. Saludos desde México y sigue escribiendo. :)
ResponderEliminarGracias, Andrés. La verdad es que lo tengo lago olvidado últimamente.
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