sábado, 27 de enero de 2018

Mado Robin. Un fenómeno de la naturaleza.

Tiene toda larzón del mundo George Hall cuando dice que Mado Robin tiene a un mismo tiempo algo de anacrónico y algo de prodigioso, anacrónico por su estilo de canto, su coloratura, estaba en desuso en los años cincuenta del siglo XX, y prodigioso por su materia vocal, un auténtico fenómeno de la naturaleza, una de las voces más extensas por arriba de las que se han dado en la historia de la música, y tiene el record Guiness por las notas más altas ofrecidas por una soprano en una grabación. Fue descubierta cuando tenía 16 años por el barítono Titta Ruffo y tuvo una carrera muy corta, falleciendo casi a los 42 años, a pesar de todo algunos testimonios discográficos nos han llegado, entre ellos una versión integra de la ópera Lakmé de Leo Delibes. Su timbre, caracterizado por su dulzura y suavidad más que por su intensidad, no era muy atractivo desde un punto de vista dramático, era poco dado a los contrastes, pero sí lo podemos calificar de bonito, más aterciopelado que eléctrico en la zona central, sus interpetaciones respiran musicalidad por todos lados, prestando siempre atención al fraseo y trabazón entre cada sílaba y la que sigue, sin problemas de fiato ni de regulación de intensidades, su dicción es muy nítida, ninguna objeción vamos a poner a su técnica y yo diría que dramáticamente la soprano no podía dar más de lo que daba, el timbre era demasiado infantil, uno de los paradigmas de la llamada soprano jilguero, un tanto exótica y un tanto circense. Y entre lo más exótico y circense que conozco de ella, aunque para mí no es lo mejor de ella (podéis buscar en Youtube "Ah non credea mirarti.... Ah! non giunge" de La Sonnambula), está la canción Le Rossignol de Alabiev.  




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